Tarta de manzana azucarada




El origen de su desventura radicaba en el sombrero que Albrecht Gessler hizo colgar en el poste de la Plaza Mayor del pueblo, y al que todos los súbditos tenían que hacer una reverencia al pasar por delante.

Gessler esperaba la sumisión de todos los habitantes de Bürglen y nunca hubiera imaginado la arrogancia que mostró Wilhelm Tell, que no quiso bajar la cabeza ante el sombrero y fue arrestado.

Sabedor de la destreza de Wilhelm con el arco, puso una manzana en la cabeza del pequeño Walter, a 80 pasos de distancia, y le prometió que si acertaba la pieza de fruta, quedaría en libertad.

El arquero tomó dos flechas, una la puso en el carcaj y la otra, tensando bien el arco, la disparó a la cabeza de su propio hijo. Cuando la manzana cayó al suelo partida en dos, Tell cerró los ojos y respiró aliviado.

Gessler, sorprendido y enfadado a la vez por el acierto de Tell, le preguntó la finalidad de la segunda flecha. Este le respondió que, en caso de haber errado el blanco, la segunda habría ido directa a su corazón. Enojado por la respuesta, lo envió a la cárcel.




Es posible que esta historia sea una leyenda, pero la tarta que os presento hoy es muy real. Bajo una capa crujiente de azúcar encontraremos la dulzura de unas manzanas que nos harán olvidar todos los infortunios que nos sacudan el alma.

Si os animáis a hacerla, empezamos batiendo la mantequilla, que habremos tenido 1 hora fuera de la nevera para que se ablande, y el azúcar con la batidora eléctrica hasta que tengamos una crema suave. Añadimos los huevos y batimos un poco más.

A continuación incorporamos la harina, que previamente habremos pasado por el tamiz junto con la levadura y la sal, mezclando todo con una espátula, hasta que se forme una bola. La tapamos con film transparente y la dejamos reposar en la nevera 1/2 hora como mínimo.

Encendemos el horno y lo ponemos a 180º. Dividimos la bola en dos partes y las estiramos con el rodillo (entre dos filmes transparentes, o dos papeles de horno), hasta que hagan 26 cm de diámetro, el mismo tamaño que el molde. Pelamos y cortamos las manzanas en láminas finas.

Cubrimos la base del molde con una de las partes, esparcimos por encima las láminas de manzana, dejando un borde de 1 1/2 cm. Tapamos con el resto de la masa, apretando los bordes para que queden bien sellados.




Ponemos un poco de agua en un pulverizador y rociamos toda la superficie. Espolvoreamos el azúcar uniformemente con un colador, y horneamos la tarta durante 35 minutos o hasta que esté dorada.




Ingredientes:


185 g mantequilla
185 g azúcar glas
1 huevo
1 yema de huevo
375 g harina
1 cucharadita de levadura
1 pizca de sal
3 manzanas Royal Gala

2 cucharadas de azúcar




No creo que haya alguien dispuesto a criticar la corteza azucarada de este pastel. Pero como hay gente para todo, hoy os aconsejo la lectura de Peter Mayle, Dispuesto a todo.




Fuente de la receta: Cocina sana, de Sophie Braimbridge



Timbal de verduras de Santa Pau



Cuando Ulises y sus compañeros encontraron la cueva de Polifemo, poco se pensaban que el gigante celebraría su visita cogiendo a dos por los pies y tragándoselos enteros y en vivo, sin dejar ni una migaja.

Al día siguiente, después de zamparse dos más en el desayuno, Polifemo se fue a apacentar su rebaño, dejando a los héroes encerrados dentro de su cueva. El astuto Ulises, sin embargo, estuvo ideando la manera de regresar sanos y salvos a la nave.

A la hora d cenar el cíclope se comió dos hombres más, pero he aquí que el héroe se le acercó ofreciéndole un vaso lleno de vino tinto. Y poco después, cuando Polifemo cayó al suelo por los efectos de la bebida, Ulises y sus compañeros corrieron a quemar en al fuego la punta de una estaca y se la hundieron dentro del único ojo que tenía.

Polifemo, ciego, se sentó en el umbral de la cueva para evitar que sus rehenes escaparan, pero los aqueos se ataron bajo la barriga de los carneros, entre la lana espesa, y pudieron huir mientras Polifemo, palpando, creía que era su rebaño que salía.




Hay niños que tiemblan sólo de pensar en ogros y gigantes, pero hay algunos que les plantan cara y saben cómo burlarse de ellos, como Juan y sus habichuelas mágicas.

Las alubias que he utilizado para hacer este plato son típicas de la zona volcánica de La Garrotxa, y las plantas de donde provienen no nos servirán para llegar hasta el cielo, pero nos pueden trasladar hasta los campos de Perú, 7.000 años atrás.

La receta de hoy es sana, muy fácil de hacer e ideal para dietas vegetarianas. Las verduras que os propongo se pueden sustituir por otras que os gusten más. De hecho, a veces no pongo zanahoria porque hay una persona en la familia a quien no le gusta nada esta raíz.

Las alubias de Santa Pau las podemos cocer nosotros mismos o comprarlas ya cocidas en un lugar de confianza, opción por la cual cada vez me decanto más.




Lavamos las acelgas, separamos las hojas de los tallos, y las cortamos en juliana. Pelamos la zanahoria y la cortamos en dados pequeños. Picamos la cebolla bien pequeña. Cocemos todas las verduras al baño María con una pizca de sal entre 12 y 15 minutos, y las mezclamos con las alubias.

Pelamos las patatas, las cortamos en trozos pequeños y las cocemos también con un poco de sal al baño María durante 15 minutos. Cuando estén cocidas, las aplastamos bien con un tenedor.

Ponemos un aro de cocina en el plato y ponemos en la base la patata, la nivelamos con el anverso de una cuchara, y encima ponemos las alubias con las verduras.

Sacamos el aro y decoramos el timbal con unas flores, o bien con unos tomates cherry y unas hojas de albahaca.




Regamos el plato con una vinagreta hecha con vinagre de manzana, aceite y sal, que le dará el toque definitivo.


Ingredientes (para 4 personas):

1 / 2 kg alubias de Santa Pau
1 cebolla tierna
1 zanahoria
6 hojas de acelgas
sal

Para la base:
4 patatas
sal

Para la vinagreta:
30 ml vinagre de manzana
10 ml aceite
sal




Como complemento de este plato os propongo la lectura de La Fageda d'en Jordà, de Joan Maragall.



Fuente de la receta: Eroski Consumer.