Puré de calabaza y naranja




Odiaba los espejos y había aprendido a vivir sin saber cómo era, porque el recuerdo de su aspecto le resultaba aterrador.

¡Cuántas burlas soportadas durante años y años! ¡Cuántas lágrimas derramadas a causa de los miles de ojos escudriñadores! ¡Cuánto dolor y cuánta tristeza!

Quienes la querían bien le aconsejaban de sacar partido de sus buenas cualidades para que la valoraran por lo que era y no por su físico, pero todos estos olvidaban que a menudo el sentido de la vista prevalece sobre cualquier consideración de la mente.

Sin embargo todo cambió cuando conoció al amor de su vida, el hombre que supo darle la felicidad que siempre le había faltado. Tomeo era ciego, pero no le hacían falta los ojos para saber que tenía delante la mujer más hermosa del mundo.




Estos días, miles de calabazas sufrirán en silencio la espantosa transformación a que serán sometidas. Y estoy segura que ellas no querrían iluminar el camino de los difuntos, sino llenar de alegría nuestras mesas. Es por esta razón que hoy os propongo este Puré de calabaza y naranja.

Empezamos preparando el aceite con aroma de vainilla. Abrimos de arriba abajo la vaina de vainilla y extraemos las semillas con la punta de un cuchillo. Las ponemos en un bol y las mezclamos con el aceite.

Si queremos sorprender a nuestros invitados con una presentación original, tendremos que cortar la calabaza y vaciarla con cuidado con una cucharilla parisina, dejando sólo 1/2 cm de grosor. De esta manera utilizaremos la cáscara como recipiente para servir el puré, poniendo su propia tapa para que no se enfríe.




Si no queréis tener tanto trabajo, pelad la calabaza, eliminad las semillas y cortad la pulpa en trozos pequeños.

A continuación ponemos el aceite en una olla y, cuando esté caliente, añadimos la cebolla y el puerro cortados muy pequeños. Dejamos que se hagan, a fuego lento hasta que estén cocidos, pero sin que cojan color.

Entonces añadimos la calabaza, el agua y el caldo, y lo llevamos a ebullición. Tapamos la olla y lo dejamos cocer durante 30 minutos a fuego suave.

Salamos y ponemos una pizca de jengibre. Trituramos con el minipímer hasta tener un puré bien fino y luego añadimos el zumo colado de una naranja. Llenamos la cáscara de la calabaza con el puré y decoramos con un chorrito de aceite con aroma de vainilla.


Ingredientes (para 4 personas):

3 cucharadas de aceite de oliva virgen extra
1 cebolla tierna
1 puerro (sólo la parte blanca)
800 g calabaza (sin piel ni semillas)
200 ml agua
200 ml caldo vegetal
sal marina
jengibre molido
el zumo de una naranja

Aceite con aroma de vainilla:
4 cucharadas de aceite de oliva virgen extra
1/2 vaina de vainilla




No sé si la calabaza que cogí de mi huerto había pensado que acabaría transformada en este Puré de calabaza y naranja. La vida siempre nos da sorpresas, y a menudo son más agradables de lo que habíamos soñado. Por eso hoy os recomiendo La Bella y la Bestia, de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont.





Coca de vidre




Tengo que reconocer que sentía celos de su felicidad. Me incomodaba que tuviera tantas ganas de hacer cursos con la excusa de ponerse al día, e incluso me daba rabia que siempre encontrara un hueco en su agenda para asistir a clase. ¿Qué encontraba allí que lo hacía tan feliz?

Me desesperaba cada vez que lo veía salir de casa decidido a pasar un buen rato, y aún me desesperaba más verlo regresar con ese talante tan satisfecho. No le incomodeban ni el mal tiempo, ni los horarios del tren, ni llegar tarde a casa.

Pero yo no estaba decidida a perderlo, y en un arrebato de desesperación decidí apuntarme también a esos cursos.

¿Y qué encontré allí?, me preguntaréis. Pues ahora os lo digo. No es una escuela, ni una tienda, ni un centro social, ni una cocina. Es todo eso, y más. Es aprender disfrutando, es charlar y conocer un montón de cosas, es compartir mesa y experiencias con gente interesante, es reír y sentir que estás en casa.

¡Y es que cookiteca es la casa de todos!




Anoche asistí a un taller de Cocas de vidre (de cristal, por su fragilidad) de diseño que nos ofrecieron el maestro pastelero Joan Baixas y la diseñadora Sisón Pujol organizado por Cookiteca&Veritas en el marco del Barcelona Design Festival.

Cada uno de los asistentes pudimos hacer nuestra propia coca y llevárnosla a casa. En estas fotos os enseño la Coca de vidre que hice yo.

Si vosotros también queréis mostrar el artista que lleváis dentro, ahora os explico cómo podéis hacerlo.

Empezamos amasando la masa de pan en un robot de cocina durante 10 minutos. A continuación la dejamos reposar en la nevera 2-3 horas, tapada con film.

Encendemos el horno y lo ponemos a 200º. Tomamos porciones de masa y las estiramos bien finas con el rodillo. Podemos hacerlas planas o con un poco de volumen, como más nos guste. Pinchamos la superficie con un tenedor para evitar que se formen burbujas de aire.

Untamos toda la coca con aceite y esparcimos por toda la superficie una buena cantidad de azúcar. Las horneamos hasta que el azúcar se haya fundido. Cuanto más azúcar pongamos, más caramelizada quedará.




Decoramos la coca con caramelo artístico, que haremos poniendo el azúcar, el agua y la glucosa en el fuego hasta que llegue a 158º. Entonces lo vertemos encima de una goma silpat y le damos la forma que queramos. Este tipo de azúcar, llamado colado , queda liso y brillante, y se pueden conseguir tonalidades diferentes añadiendo colorantes.

Ingredientes:

Coca de vidre:
500 g harina de fuerza
500 g harina floja
30 g levadura fresca *
20 g sal
30 g azúcar
550 g agua

aceite de oliva
azúcar cristal

Azúcar fundido:
1000 g azúcar cristal
350 g agua
200 g glucosa


(*) En la receta no se especifica la cantidad de levadura. Yo siempre pongo 30 g.





Esta es la Coca de vidre que hice ayer en el taller de Cookiteca&Veritas. No es una obra de arte pero con más tiempo y más práctica quizás lo conseguiré! Mientras, disfrutaré con la lectura de Saul Bellow, La verdadera. Editorial Alfaguara. Madrid, 2000. Ediciones 62 (Colección El Balancín, 319). Barcelona, ​​1998.




Alubias con espinacas y boniatos




Murió un 4 de julio sin recibir ningún tipo de honor y en condiciones de pobreza. Y en su pueblo, cuyo nombre hizo grande, no encontraréis ningún monumento en recuerdo suyo.

Sin embargo, Pingali Venkayya pasará a la historia como el diseñador de la bandera nacional. En medio quedan su lucha por la libertad nacional y su afán de conocimiento.

No fue hasta después de muchas horas de estudio que se presentó ante Mahatma Gandhi con el prototipo de lo que, años más tarde, se convertiría en la bandera tricolor de la India. En ella el color azafrán representa la idea de que los líderes del país deben ser indiferentes a las ganancias materiales y que deben dedicarse a su trabajo. La franja blanca del centro es la luz, el camino de la verdad que debe guiar la conducta de todos los hombres. Y el color verde marca su relación con la tierra y con todo lo que esta produce. La rueda en medio de la franja central anima al país a moverse y a seguir adelante.

¡Ojalá todos estos ideales estuvieran cosidos con hilo invisible en las banderas de todos los países!




Hoy os presento mis Alubias con espinacas y boniato, siguiendo el mismo patrón de las franjas de la bandera de la India.

Plato muy sano y rápido de hacer, y una manera diferente de comer legumbres.

Cocemos los boniatos al vapor durante 20 minutos. Una vez cocidos, los pelamos y los pasamos por el pasapurés. Añadimos sal y pimienta.

Lavamos las espinacas y los pasamos por la sartén 2 o 3 minutos, el tiempo justo para que no estén crudas. Las salamos y los dejamos escurrir, para que suelten toda el agua.

Preparamos el plato ayudándonos de un aro de cocina. Ponemos en la base las espinacas, encima las alubias de Santa Pau y acabamos con una capa de puré de boniatos.

Decoramos con un tomate cherry y regamos el conjunto con una vinagreta hecha mezclando la miel, el aceite y el vinagre de manzana.




Ingredientes (para dos personas):

200 g espinacas tiernas
250 g alubias de Santa Pau cocidas
2 boniatos (de unos 170 g)
sal marina
pimienta negra recién molida

2 tomates cherry para decorar

Para la vinagreta:
2 cucharadas de miel
1 cuchara de aceite
1 cucharada de vinagre de manzana




No sé si estas Alubias con espinacas y boniato seducirán Anita Delgado tanto como lo hizo el maharajá de Kapurthala, pero os aseguro que la historia de la vida de esta mujer os descubrirá los olores y los colores de un país exótico y fascinante. Javier Moro, Pasión india. Seix Barral, Barcelona, ​​2005.

Con este plato participo en la propuesta que hacen este mes Els fogons de la Bordeta y Xocolata desfeta para la Recepta del 15.








Volován de champiñones




Es un caballo inmenso, alto como una montaña, y con el costillar formado con tablones de abeto. El astuto Ulises ha ideado su construcción para esconder en su vientre los guerreros más valientes y poder destruir así la ciudad de Troya.

Los troyanos, ignorando lo que esconde el obsequio griego, se esfuerzan por poner bajo los pies del monstruo de madera unas ruedas resbaladizas, y lo llevan hasta el centro de su ciudad. Allí las mujeres adornan con flores la crin del caballo y extienden una alfombra de rosas alrededor de sus pezuñas.

Hay quien, desconfiando de este regalo, intenta atormentar a los griegos ocultos en el vientre del caballo imitando la voz de sus mujeres, pero el terrible Ulises corre a tapar con la mano la boca de los héroes que se han emocionado al oírlas.

Y cuando la noche irrumpe, y ya los troyanos caen rendidos por el vino y el sueño, los griegos aprovechan para abrir la tramoya y abandonar el vientre del animal deslizándose por una cuerda.

Enseguida reina por doquier la muerte y la confusión, y Troya yace destruida para siempre.




La receta que os traigo hoy no es un regalo envenenado. Es un volován de champiñones que, como el caballo de Troya, esconde en su vientre una sorpresa. Pero, al contrario de lo que supuso para los troyanos, a vosotros no os traerá más que felicidad.

Si deseáis hacerlo, no tenéis más que seguir estas cuatro indicaciones:

Descongelamos la lámina de hojaldre. Encendemos el horno y lo ponemos a 200º. Dividimos el hojaldre en dos mitades, y a 1 cm de los bordes, dibujamos con la punta de un cuchillo un rectángulo, pero sin llegar a recortarlo del todo. Pintamos la superficie con huevo batido y los horneamos durante 20 minutos.

Cortamos los champiñones a láminas. Ponemos una cucharadita de aceite en una sartén y cuando esté caliente echamos los champiñones. Los tenemos 2-3 minutos a fuego fuerte. Los salpimentamos y los reservamos.




Fundimos la mantequilla a fuego suave, añadimos la harina y removemos bien la mezcla evitando que coja color. Vertemos la leche caliente, agitamos hasta obtener una salsa bien fina y añadimos el agua que han soltado los champiñones. Dejamos cocer la salsa durante 5 minutos, incorporamos los champiñones y salpimentamos a nuestro gusto.

Con la punta del cuchillo recortamos los rectángulos dibujados en los volovanes. Separamos la parte dorada que hará de sombrero, y retiramos la masa del interior, haciendo que quede un hueco para poderlos rellenar.




Rellenamos los volovanes con la bechamel de champiñones, y los tapamos con el sombrero. Podemos terminar la decoración con unas hojas de menta, unas flores y un tomate cherry.

Ingredientes (para dos personas):

1 lámina de hojaldre congelada de 250 g
1 huevo para pintar

15 g mantequilla
20 harina
200 leche
1 cucharadita de aceite de oliva virgen extra
250 champiñones limpios
sal marina
pimienta negra recién molida

hojas de menta
flores
tomates cherry




Si no lo probáis, nunca sabréis qué puede esconder en su interior este volován de champiñones. Tampoco sabréis nunca qué esconden las páginas de la Eneida, si no os animáis a leerla. Virgilio, Eneida. CSIC.Madrid, 2011.