Tarta helada de primavera




Flora te llaman, y eres la diosa de las flores, de los jardines y de la primavera. No en vano una corona de flores siempre ciñe tu cabeza, embelleciendo aún más tus dulces y juveniles facciones.

A ti recorrió Juno cuando deseaba concebir un hijo sin ninguna intervención masculina, envidiosa como estaba de que Júpiter hubiera dado a luz por la cabeza a su hija Minerva,  después de terribles dolores.

Y tú, conocedora de todas las plantas, pronto encontraste el remedio infalible para satisfacer el capricho de la diosa y que te haría famosa. Frotaste el vientre de la provocadora Juno con una misteriosa flor y al instante quedó embarazada de Marte, aquel a quien llaman el dios de la guerra y a quien el mes de marzo debe su nombre.





La primavera ya está aquí, y las lluvias de estos días seguro que ayudarán a llenar de flores nuestros paisajes.

Hoy, Día Mundial del Agua, también es mi cumpleaños, y para celebrarlo he hecho esta Tarta helada de primavera, del color de las rosas y el perfume de los dioses.

Hacía tiempo que la empresa Silikomart me había enviado este molde, que yo egoístamente me había reservado para celebrar una fecha tan importante. ¡Y es que no se cumplen años todos los días! Además, ¿conocéis una mejor manera de celebrar la llegada de la primavera?

No os voy a engañar si os digo que necesitamos unas cuantas horas para hacerlo, pero no os asustéis, que su elaboración es muy sencilla. De hecho, el proceso es siempre el mismo, con ingredientes distintos.

Empezamos preparando el helado de fresa:

Trituramos las fresas y las pasamos por un cedazo para eliminar las semillas. Mezclamos el puré de fresa con el azúcar y el zumo de naranja, y lo dejamos en la nevera un rato.

Montamos la nata y la mezclamos con mucho cuidado con el puré de fresa. Luego, lo ponemos en el congelador. Al cabo de una hora y media batimos el helado para romper los posibles cristales, y lo volvemos a poner en el congelador.

Una hora más tarde, repetimos la operación, y lo volvemos al congelador. Al cabo de una hora, lo sacamos del congelador y, cogiendo cucharadas de helado, vamos forrando las paredes del molde, dejando un hueco en medio. Lo volvemos al congelador.

Para hacer el helado de chocolate:

Calentamos 200 ml de nata en un cazo. En un recipiente al baño María, mezclamos las yemas y el azúcar a fuego muy suave. Incorporamos entonces la nata caliente poco a poco, y dejamos cocer la crema, sin parar de remover, durante unos 10 minutos. Debemos evitar que la temperatura pase de 80-85º porque sinó se nos cortaría.

Desmenuzamos el chocolate y lo ponemos dentro de la crema, tras sacarla del fuego, removiendo hasta que se haya fundido  todo el chocolate. Dejamos templar la crema y la guardamos en el congelador.

Al cabo de media hora, montamos la nata y la mezclamos con la crema de chocolate, y la volvemos al congelador. Al cabo de una hora, sacamos el helado, lo removemos bien para romper los cristales de hielo y lo volvemos al congelador.

Una hora más tarde, lo sacamos del congelador, volvemos a remover y, cogiendo cucharadas, vamos cubriendo el helado de fresa, dejando un agujero en medio del molde. Lo reservamos en el congelador.

Para hacer el helado de vainilla:

Con la punta de un cuchillo, rascamos las semillas de vainilla, y las ponemos junto con la vaina y la nata al fuego. Cuando esté caliente, retiramos el cazo del fuego, tapamos y dejamos infusionar durante 15 minutos.

En un recipiente al baño María, mezclamos la yema y el azúcar. Colamos la nata caliente y la vamos incorporando poco a poco. Dejamos cocer la crema, sin parar de remover, durante unos 10 minutos, evitando que la temperatura pase de 80-85º.

Dejamos templar la crema  y la ponemos en el congelador.

Al cabo de media hora, batimos la nata y la mezclamos con la crema, y ​​la volvemos al congelador. Al cabo de una hora, sacamos el helado, lo removemos bien para romper los cristales y lo volvemos al congelador.

Una hora más tarde, lo sacamos del congelador, volvemos a remover y, cogiendo cucharadas, vamos cubriendo el helado de chocolate, tapando todo el agujero que había en medio. Y lo volvemos al congelador.

Debe quedar así:




Veinte minutos antes servir, sacamos la tarta del congelador y la desmoldamos, y la adornamos con frambuesas y flores, haciendo una corona como la que seguramente ceñía la cabeza de la diosa Flora.




Ingredientes (para un molde Silikomart de 22 cm):

Helado de fresa:
500 g fresas
200 g azúcar glas
el zumo de una naranja pequeña
250 ml nata

Helado de chocolate:
200 ml nata
2 yemas de huevo
60 g azúcar glas
100 g chocolate Nestlé Postres
200 ml nata

Helado de vainilla:
100 ml nata
1/4 vaina de vainilla
1 yema de huevo
30 g azúcar glas
100 ml nata

Para la decoración:
22 frambuesas
11 flores



No sé si a la diosa Flora le hubiera gustado esta Tarta helada de primavera, pero ¡os puedo asegurar que a nosotros nos ha encantado! Así que para celebrar mi cumpleaños, os la ofrezco a todos los que pasáis por esta cocina.

Y, para acabar de pasar un buen día, ¿qué os parece un rato de lectura? Hoy os recomiendo Lisa Lee, El pabellón de las peonías. Ediciones Salamandra. Barcelona, 2008.


Crema de naranja




Hacía días que  el rey Pedro I, el Justiciero, andaba bastante preocupado. Tenía que ausentarse de Sevilla  y necesitaba elegir a alguien que juzgara en un litigio muy enrevesado durante su ausencia y él, tan feroz en otras ocasiones, ahora temía equivocarse en su decisión.

Cuentan que, mientras paseaba por los Jardines del Alcázar, se le ocurrió una idea. Cogió un puñado de naranjas de un naranjo y las lanzó al agua del estanque. Después hizo venir los tres candidatos y les pidió que le dijeran cuántas naranjas había en el estanque.

El primero se acercó al agua, extrañándose de que preguntara algo tan simple, y respondió:

- Seis, Señor.

El segundo, sin mover sus pies ni un palmo puesto que las veía perfectamente, respondió casi molesto por la pérdida de tiempo a que era sometido.

- ¡Seis, evidentemente!

El tercero, en cambio, no se precipitó a dar una respuesta. Pidió que le llevaran un palo y, estirando el brazo, logró voltear todas las naranjas.

- Hay seis naranjas enteras, Señor.

Y, habiéndole preguntado el Rey la razón de aquella respuesta, le dijo:

- No podía responder antes de confirmar que realmente estaban enteras. ¡Mirad! -y cogiendo una naranja, la partió en dos mitades y  lanzó una al agua. ¡Parecía que estaba entera! Y el rey, admirado, exclamó:

- ¡Tú sabrás hacer justicia! Porque nos has demostrado que, antes de juzgar, debemos comprobar todos los hechos ¡porque no siempre lo que vemos es lo que parece!




Más de uno habrá pensado que hoy no he sudado mucho poniendo una naranja entera como receta. Pero me gustaría que os acercárais un poco más a la pantalla porque así podríais ver que esta naranja no es realmente lo que parece.

Hoy os traigo una Crema de naranja servida dentro de la misma naranja. Y es que, aprovechando que tenía estas naranjas tan lozanas, no he podido resistir la tentación de presentarlas así.

Hoy es la festividad de san José y toca Crema. Pero para variar un poco, hoy la haremos de naranja. El procedimiento es el mismo, pero en lugar de hacerla sólo con leche pondremos mitad de leche, mitad de zumo.




Calentamos la leche con la canela hasta que hierva. Apagamos el fuego y la dejamos en infusión unos minutos. Exprimimos el zumo de las naranjas y lo colamos, y diluímos el almidón con un poco de zumo.

En un cazo batimos las yemas con el azúcar hasta que blanqueen. Entonces añadimos la leche caliente y colada, lo batimos y a continuación añadimos el zumo. Mezclamos bien todos los ingredientes y añadimos el almidón.

Ponemos el cazo a fuego muy suave, y vamos removiendo hasta que la crema hierva. Veremos que ha llegado el momento cuando se forman unas burbujas que, al estallar, hacen puff. Lo apartamos rápidamente del fuego, y continuamos batiendo la crema durante unos segundos más. Ahora ya podemos verterla en una fuente o en cazuelitas individuales, o bien rellenar las cáscaras de naranja que previamente habremos vaciado.

La dejamos enfriar a temperatura ambiente antes de ponerla en la nevera. En el momento de servir, podéis espolvorear un poco de azúcar encima de la crema y quemarlo con una pala de hierro o con un soplete de gas. Pero a mí me gusta más adornarla con un puñado de frutos del bosque.


Ingredientes (para 4 personas):

- 4 yemas
- 125 g de azúcar
- 250 ml zumo de naranja
- 250 ml leche
- 30 g almidón
- 1  canela en rama
- frutas del bosque para decorar






Después de comeros esta Crema de naranja, podéis dedicar un rato a la lectura. Hoy os recomiendo el libro de Jostein Gaarder, La joven de las naranjas. Ediciones Siruela. Madrid, 2003.



Lentejas con canónigos y langostinos




¡Anda! ¡Ahí llega el presumido de Aristipo con sus mejores galas! Y por los andares que lleva parece que viene decidido a darte lecciones de prosperidad. ¡A ti, que huyes de las comodidades de la sociedad como de la peste!

¿Que no sabe, todavía, que te importan un bledo las convenciones sociales y que sólo buscas la felicidad, renunciando a todo lo que sea superfluo?

Menos mal que eres un desvergonzado, y ni sus ropas suntuosas ni su porte altivo han conseguido nunca doblegar tu talante. Así, lo dejas hablar mientras tú, impasible, vas apurando el plato que tienes en tus manos ...

Nada te pertenece, salvo aquella vieja barrica que alguien abandonó, y que ahora te hace de casa y por la que todo el mundo te conoce. Del Diógenes de Sínope ya nadie se acuerda porque ahora te llaman Diógenes, el de la barrica.

Nada material deseas, y ni vestidos ni zapatos cubren tu cuerpo, porque practicas la austeridad llevada al máximo. Pero, cuando el insolente de Aristipo te dice que si hubieras aprendido a ser sumiso con el rey, no tendrías que comer esa basura de lentejas para cenar, lejos de alterarte y mandarlo a hacer gárgaras, le respondes con voz modulada y rotunda:

-¡Si tú hubieras aprendido a comer lentejas, no tendrías que adular al rey!




Las lentejas han jugado desde la antigüedad un papel muy importante en la alimentación del hombre, pero nunca han hecho ostentación, al contrario, siempre se han mostrado muy humildes. Ahora, tras unos años en que su fama había perdido todo el prestigio, parece que vuelven con fuerza.

Hoy os traigo unas Lentejas con canónigos y langostinos que son una auténtica delicia. Y si las queréis hacer, sólo hace falta que sigáis leyendo.

Esta vez he comprado las lentejas cocidas en un puesto del mercado para ahorrarme trabajo, pero también las podemos cocer en casa. ¿Cómo? Pues primero las ponemos en remojo durante 1 hora y luego las aclaramos bien.

A continuación las ponemos en una olla con 1 cebolla, 1 ajo, 1 hoja de laurel y 1 ramita de tomillo. Las cubrimos con agua y las hacemos hervir unos 45 minutos, hasta que estén cocidas pero sin que lleguen a deshacerse. Las colamos y ya las tendremos listas para hacer la receta.

Empezamos lavando y secando los canónigos. Después preparamos la vinagreta, mezclando todos los ingredientes. Salteamos los langostinos en una sartén con unas gotas de aceite, y cortamos el huevo en rodajas.

Finalmente preparamos el plato poniendo las lentejas y los canónigos, los langostinos y el huevo. Acabamos rociando el conjunto con la vinagreta. Decoramos con una rodaja de limón y escamas de sal Maldon.




Ingredientes (para 2 personas):

250 g lentejas cocidas
6 langostinos
aceite de oliva virgen extra
sal Maldon
1 huevo duro
canónigos

Para la vinagreta:
2 cucharadas aceite de oliva virgen extra
1 cucharada de limón
ralladura de limón
1 cucharadita de café de mostaza de Dijon


Con estas Lentejas con canónigos y langostinos participo en la propuesta que fhacen Els fogons de la Bordeta  y   Xocolata desfeta  para la  Recepta del 15,  y que este mes está dedicada a las lentejas.




Diógenes de Sínope era un filósofo que pertenecía a la escuela cínica. Este nombre tiene su origen en la palabra griega kyon (perro), ya que la forma de vida de sus seguidores se parecía a la de este animal. Por esta razón hoy os recomiendo el libro de Peter Mayle, La vida de un perro. Editorial Omega. Barcelona, ​​1995. ¡Su lectura os hará pasar un buen rato!



Fuente de la idea: Revista ¡HOLA!

Tarta de crema y trufa




No sé cuál es el origen de mi desdicha, pero estoy convencida de que desde el día que llegué a casa y encontré aquel enorme gato negro sentado en el felpudo de la entrada desafiándome con la mirada, no ha parado de perseguirme una retahíla de calamidades.

Quizá pensaréis que es normal que a los vecinos del piso de arriba se les reviente una tubería y yo vea llover bajo el techo de mi comedor mientras desayuno con el paraguas en la mano, o tal vez os parecerá casualidad que una desvergonzada gaviota afloje el vientre encima de mi mejor abrigo sin avisarme de sus intenciones, y deje una mancha perenne.

¿Y qué me diréis si os cuento que un motorista despistado -¡vete a saber en qué estaría pensando o qué cara bonita había llamado su atención!- hizo pasar ayer las ruedas de su vehículo encima de mi pie cuando yo, inocente, caminaba tranquilamente por la acera pensando que era la reina del mambo! ¿Creeréis acaso que siempre voy ajetreada y que me convenía pasar dos meses de reposo absoluto sentada en el sofá haciendo ganchillo?

Como no hay mal que por bien no venga, pienso escribir un libro sobre estos desgraciados acontecimientos y, ¡quién sabe!, quizás llegue a ser un éxito de ventas y llene entonces mi polvoriento bolsillo. Por si acaso, estad al acecho y si lo veis, hacedme el favor de comprarlo. Recordad el título: Origen de una mala suerte.




Hoy os traigo un Tarta de crema y trufa, pero también podríamos llamarla Tarta de los orígenes, porque pertenece a las primeras páginas de los recuerdos culinarios de esta familia. Es la tarta de los cumpleaños infantiles, la tarta de los domingos perezosos o la tarta infalible ante una visita imprevista.

Como gratitud por todos los buenos momentos que nos ha proporcionado creo que no podía faltar en la recopilación de recetas de este blog. Y más cuando en casa pensamos que es la mejor de todas las tartas. ¡Suave, esponjosa y deliciosa ... como pocas!

Si os animáis a hacerla, empezamos preparando el bizcocho.

Encendemos el horno y lo ponemos a 180º. Montamos en un bol las claras con una pizca de sal hasta que las tengamos bien fuertes, y en otro batimos las yemas con el azúcar hasta que estos blanqueen. Añadimos ralladura de limón y dos cucharadas de la clara montada.

Mezclamos la harina y la levadura, las pasamos por un cedazo y las añadimos poco a poco a las yemas mientras vamos batiendo. Finalmente, incorporamos las claras mezclándolas muy suavemente con una espátula.

Vertemos la mezcla dentro de un molde de 26 cm de diámetro que previamente habremos untado con mantequilla y espolvoreado con un poco de harina. Lo horneamos durante 20 minutos o hasta que esté dorado y se haya despegado del molde.

Mientras se enfría, podemos preparar la crema. Calentamos la leche con pieles de limón y un trozo de canela, y la dejamos en infusión 1/2 hora.

En un cazo batimos las yemas con el azúcar hasta que blanqueen. Añadimos la maizena, y batimos hasta incorporarla bien. A continuación vertemos poco a poco la leche colada mientras vamos batiendo.

Ponemos el cazo en el fuego, muy suave, y no dejamos de remover hasta que la crema empiece a espesar. Apartamos el cazo del fuego, agitamos bien la crema, y ​​lo volvemos a poner en el fuego. Agitamos hasta que veamos que se forman unas burbujas que explotan haciendo puff. Apagamos el fuego, cubrimos la crema con film transparente, procurando que toque toda su superficie, y la dejamos enfriar.

Partimos el bizcocho horizontalmente en dos partes. Esparcimos toda la crema sobre una parte y la cubrimos con la otra.




Llevamos la nata al fuego, y mientras se calienta, desmenuzamos el chocolate. Cuando la nata esté caliente, retiramos el cazo del fuego, añadimos el chocolate y mezclamos bien hasta que se haya fundido. Incorporamos a continuación la mantequilla y procedemos igual.

Vamos agitando para que no se endurezca la superficie de la trufa y, cuando la tengamos a temperatura ambiente, la dejamos caer encima de la tarta hasta que cubra toda la superficie. No tocaremos nunca la trufa, ni la extenderemos con una espátula, ya que no conseguiríamos el efecto espejo tan deseado.




Ponemos la tarta en la nevera y la dejamos enfriar. Montamos la nata y cuando casi la tengamos, añadimos el azúcar. La ponemos dentro de una manga pastelera y dibujamos unas rosetas encima de la tarta. Decoramos con arándanos.

Ingredientes (para un molde de 26 cm):

Para el bizcocho:
4 claras
1 pizca de sal
3 yemas
100 g azúcar
ralladura de limón
100 g harina
1 cucharadita de levadura Royal

Para la crema:
1/2 l leche
piel de limón
1/2 palo de canela
3 yemas
125 g azúcar
45 g maizena

Para la trufa:
150 ml nata (35% m.g.)
225 g chocolate Nestlé Postres
50 g mantequilla

Para la decoración:
100 ml nata (35% m.g.)
1 cucharadita de azúcar glas
arándanos




¿No os parece maravilloso el corte de esta Tarta de crema y trufa? ¡Tan maravilloso como la sensación que me invadió el pasado viernes cuando supe que en la sección   A cop de clic   del programa   El món a RAC1    habían recomendado este blog!    ¡MUCHAS GRACIAS A QUIEN LO HIZO POSIBLE!


24/02/2012



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BLOGGIES:
Blog de cocina, ya que nos visita Fermí Puig. Se llama “El món de la cuina”,  lo hace Margarida, desde 2009. Las recetas son espectaculares, pero también las presentaciones. Al menos en las fotos, impresionan. Si quieres entrar, elmondelacuina.com