Esta es la historia de un gran fracaso, el mío. Y estoy segura de que Imhotep, cuando ideaba la pirámide egipcia de Saqqara, no sufrió ni la mitad de los infortunios a que tuve que hacer frente aquel 8 de mayo.
Él construyó, hace más de 4.000 años, la estructura de piedra más antigua del mundo, y si estuviera vivo quizás se sorprendería de verla todavía en pie y admirada por todos. Yo tenía que construir la torre de lionesas más espectacular del universo, capaz de sorprender y enorgullecer al más sibarita y goloso de todos los padres. ¡Pero nunca llegará a verla!
Cuando ya tenía listas las 86 lionesas rebosantes de crema y el caramelo a punto para actuar de cemento, empecé a construir la base de lo que debía ser mi croquembouche. Un círculo de 15 lionesas valientes y rollizas dispuestas a soportar sobre sus hombros once o doce pisos más de lionesas con el vientre lleno. La intención ya lo creo que la tenían, pero las piernas les fallaron y, muy a su pesar, se doblaron bajo el peso de aquella construcción.
Y ya me veis a mí, llena de desesperación, yendo arriba y abajo por la cocina, implorando la ayuda de los dioses. ¡Los invitados a punto de llegar y la joya de la corona yacía en la bandeja tan achafada como mi orgullo! Hacía meses que soñaba con ella. La encontraba perfecta para un reencuentro familiar e ideal para festejar la alegría de haber dejado atrás días de médicos y un futuro incierto.
Fue entonces cuando una chispa de lucidez me empujó a despegar todas las lionesas y volverlas a juntar de forma más compacta. Y he aquí que, como un ave fénix que renace de sus cenizas, mi maravillosa torre imaginada se convirtió en una sencilla tarta de lionesas que resultaba lo suficintemente resultona como para llenar de ilusión la mirada de aquel hombre que el 8 de mayo cumplía 86 años. ¡Felicidades, papá!
Para hacer las lionesas encendemos el horno a 200º. Ponemos al fuego, en un cazo, el agua fría, la mantequilla y una pizca de sal. Vamos removiendo para que la mantequilla se deshaga antes de que hierva el agua. Entonces, echamos toda la harina de golpe y, con una cuchara de madera, agitamos enérgicamente hasta que quede una pasta compacta que se despega del cazo.
Apartamos el cazo del fuego, y añadimos un huevo entero, que rompemos con la cuchara de madera, y removemos hasta que la pasta vuelva a juntarse y a ser compacta. Entonces añadimos un segundo huevo y hacemos lo mismo. Y así hasta haber incorporado los cuatro huevos.
Con dos cucharas vamos haciendo bolitas y las dejamos encima de una bandeja, donde habremos puesto una hoja de papel de horno. Han salido 36. Las pintamos con huevo batido y las horneamos durante 15 minutos. Entonces reducimos la temperatura a 190º y las dejamos 10 minutos más. No abriremos la puerta del horno por nada del mundo, porque la pasta se desinchará sin remedio.
Podríamos hacer las 86 lionesas de una tirada, pero es mejor que todas estén a la misma altura dentro del horno, y por eso las haremos en tres veces: 36,36 y 18. ¡Las cuatro que sobran se las comerá la pastelera como recompensa a su trabajo!
Las sacamos del horno y las dejamos enfriar mientras preparamos la segunda bandeja. Y mientras se enfrían éstas, preparamos la tercera.
La crema la tenemos preparada del día anterior y reservada en la nevera. ¡Sale tan buena que no nos da ninguna pereza prepararla! Aquí podéis ver su elaboración.
Ponemos la crema dentro de una jeringa grande y rellenamos las lionesas. Esta es quizás la parte más pesada de todo el proceso pero, después de rellenar la última, ya podemos respirar aliviados.
Para hacer esta tarta, no hay que untar las lionesas con caramelo para unirlas pero, si mirando las fotografías veis que tienen, es porque mi idea inicial era confeccionar un croquembouche.
Construimos una torre con todas las lionesas, y acabamos la decoración con un lazo y unas flores naturales.
Poco antes de servir, fundimos el chocolate en la nata caliente. Y dejamos caer un buen chorrito sobre las lionesas.
Ingredientes:
Para la pasta choux (recordad que con estas cantidades salen 36 lionesas. Para hacer 86, hay que multiplicar por 2 1 / 2):
250 ml de agua
125 g de harina
100 g de mantequilla
4 huevos pequeños
1 pizca de sal
2 huevos para pintar
Para la crema:
1500 ml de leche
9 yemas de huevo
350 g azúcar
140 g de fécula
1 vaina de vainilla
Para la trufa:
500 ml nata
250 g chocolate Nestlé Postres
No sé si mi padre llegó a tener conocimiento de mi fracaso, pero me siento feliz sabiendo que disfrutó comiendo algo tan goloso. No estará de más, pero, que me dedique a estudiar a fondo las estructuras de Imhotep para mejorar mi técnica y evitar una nueva frustración. Vosotros, mientras tanto, podéis leer Un perfecto equilibrio, de Rohinton Mistry. Mondadori (Colección Literatura Mondadori) Barcelona, 1998.