Pastelillos de trufa




Yo era Comendadora del Monasterio de Santos cuando él tenía por costumbre venir a oír misa. El primer día que lo vi, alto y esbelto, de cabello rubio y ojos azules, quedé prendada de él. Y por las conversaciones que teníamos, enseguida vi que también era un hombre honesto.

Nos casamos, y se convirtió en el hombre de mi vida. Pero tuve la desgracia de morir joven y sólo pude darle un hijo. Sin embargo, sé que estuvo bien cuidado porque él pronto buscó quien me sustituyera y tuviera cuidado del niño.

Le gustaba navegar y no paraba nunca quieto. Fue así como descubrió el Nuevo Mundo y fue allí donde encontró algo muy valioso que los nativos consideraban comida para los dioses, y que él no dudó en ofrecer como regalo a los Reyes Católicos. Pero el sabor amargo y picante de los granos y su aspecto sucio no les gustó en absoluto.

No fue hasta muchos años después, cuando alguien tuvo la idea de mezclarlo con azúcar,  y convertió ese cacao en un alimento irresistible. Y si hay algo por lo que me duele haber dejado prematuramente este mundo es precisamente  no haber tenido el placer de probarlo.




Si estos exquisitos Pastelillos de trufa os han llamado la atención, espero que os animéis a prepararlos pues  pocos postres hay más fáciles de hacer y con un resultado tan bueno.

Por un lado, ponemos en remojo en agua fría las hojas de gelatina, y por otro, la nata y el chocolate desmenuzado en un cazo, a fuego bajo, y vamos removiendo hasta que éste se haya fundido. Apartamos el trufa del fuego y añadimos las hojas de gelatina escurridas.

Mientras esperamos que enfríe la trufa, vamos montando la nata. Cuando casi la tengamos, añadimos el azúcar y la mezclamos con cuidado con la trufa.

Llenamos los moldes de mini-savarin de Silikomart con esta trufa y los dejamos en la nevera unas 4 horas.

Para poderlos desmoldar con facilidad, los ponemos en el congelador durante 1 hora. Los emplatamos y, con la ayuda de un colador, los espolvoreamos con cacao en polvo. Montamos la nata, añadiendo el azúcar al final.

Ponemos la nata en una manga pastelera y hacemos una corona de rosetas alrededor del pastelillo. Acabamos la decoración con unas bolitas crujientes de chocolate.

Ingredientes (para 8 pastelillos):

1/4 l de nata 35% m.g.
1/4 kg chocolate Nestlé Postres
3 y 1/2 hojas de gelatina

125 ml nata 35% m.g.
50 g azúcar

Para la decoración:
200 ml nata 35% m. g.
1 cucharada azúcar molido
1 cucharada de cacau en polvo
bolitas crujientes de chocolate




Con estos Pastelillos de trufa receta participo en el 7º Reto "Todo con chocolate" de VelocidadCuchara.

Y mientras saboreamos una comida tan buena, leamos De parte de la princesa muerta, de Kenizé Mourad. Editorial Quinteto, 2002





Macarrones a la campesina




Mientras avanza calle abajo con paso tembloroso piensa en las palabras que dirá cuando llegue, y ruega a Dios de no encontrarse ningún conocido. Es la primera vez que hace algo así, y no sabe cuál es la actitud que debe tomar.

La chica que la ha atendido por teléfono ha sido muy amable con ella y la ha citado a media mañana. Como sólo le ha dado su nombre, no sabe si se conocen. Mentalmente prepara unas frases cortas imaginándose hipotéticas situaciones, pero no se ve capaz de recordarlas porque se siente cansada.

No ha podido dormir en toda la noche. De hecho, hace tiempo que no duerme, y es que nunca habría imaginado que su familia tuviera que pasar por esta situación.

Hace apenas dos años se sentía segura y no temía al futuro. Ni a ella ni a su familia les faltaba de nada, e incluso podían ahorrar para ir 15 días de camping. Ahora apenas pueden pagar la hipoteca. Y sus hijos no entienden por qué la nevera está siempre vacía ...




Con estos Macarrones a la campesina participo en la propuesta blogger-solidaria En suport al gran Recapte del Banc d'Aliments.




Cuantos más blogs participemos, más eco tendrá esta campaña y más fácil será llegar a recaudar 800.000 kg de alimentos!





Estos Macarrones a la campesina son una receta que mi hija Núria aprendió a cocinar en Alemania, hace algunos años, cuando estuvo en un campo de trabajo. A la vuelta del viaje nos enseñó orgullosa todo lo que había aprendido, ¡un montón de recetas fáciles de cocinar y buenísimas!

Si vosotros también queréis cocinarlos, aquí tenéis la receta:

Ponemos agua al fuego, con un chorrito de aceite y una cucharadita de sal. Mientras esperamos que hierva, vamos lavando las verduras. Cortamos la cebolla en trozos pequeños y la ponemos con aceite al fuego, que se vaya cociendo a fuego lento. Cortamos en dados las zanahorias, los pimientos, la berenjena, las judías, la calabaza y el calabacín. Cortamos en rodajas los espárragos y partimos los tomates cherry en cuatro trozos.




Cuando la cebolla esté transparente, añadimos todas las verduras excepto los tomates. Ponemos el fuego un poco fuerte y dejamos cocer las verduras durante 5 minutos, removiendo de vez en cuando. Añadimos los trozos de tomate y lo dejamos cocer todo hasta que haya desaparecido el agua del tomate.

Vertemos los macarrones en la olla, removemos con una cuchara y los dejamos cocer durante 7 minutos, o hasta que estén al dente. Una vez cocidos, los colamos y los enfriamos con un poco de agua ara detener su cocción.

Salpimentamos las verduras y las mezclamos con los macarrones.

Ingredientes (para 5 personas):

500 g macarrones
5 l agua
un chorrito de aceite de oliva virgen extra
sal marina

100 ml aceite de oliva virgen extra
1 cebolla
2 zanahorias
1/2 pimiento verde
1/2 pimiento rojo
1/2 calabacín
1 berenjena
1 rodaja de calabaza
un puñado de judías verdes
un puñado de espárragos
un puñado de tomates cherry
sal marina
pimienta negra





Porque hay mucha gente que pasa hambre, ayudemos a difundir esta campaña. ¡No les neguemos nuestra ayuda! Por eso hoy os recomiendo Ell truquen a la porta, de Carmen Luque. Edicions La Campana, 169. Barcelona, ​​2000.



Pan de calabaza




Hace años que conozco a la señora Catalina y nunca hasta ahora me había percatado que tuviera problemas. ¡Siempre tan educada, tan bien vestida, tan solidaria con los vecinos! La que siempre calla y asiente porque nada le desagrada más que tener que discutir por tonterías ...

Ayer la vi en la panadería y, pese a su calma aparente, noté su contrariedad en el momento de pagar cuando la dependienta le dijo que la barra de pan había subido 5 céntimos. Revolvió dentro del monedero y, como no encontró ni un céntimo de más, pidió que le cambiaran la barra por otra más pequeña a pesar de la insistencia de la chica a decirle que ya traería la moneda al día siguiente.

Al salir de la panadería, decidí seguirla y cuál no sería mi asombro cuando vi que ofrecía aquel pan a mi amiga Esperanza, que la estaba esperando dos esquinas más arriba.

Mi amiga tiene tres hijos de corta edad y hace años que el marido está en el paro. Vive gracias a lo que le da gente como la señora Catalina. Pero ayer al ver la barra un poco más corta de lo que es habitual, hizo mala cara y le reprochó que cuanto más pan necesitaba para los hijos, menos le daba ella.

Vi llorar la señora Catalina mientras le explicaba contrariada que no tenía dinero para comprar más pan. Y que incluso ella debería pasar el día sin probarlo, porque su pensión no le daba para llegar a fin de mes.

En aquellos momentos recordé que en el barrio la conocen como la señora del Mercedes, un coche viejo y destartalado que hace tiempo que no mueve de la acera porque no puede pagar la grúa que se lo lleve al desguace ... Todos ven el prestigio del Mercedes, pero no se dan cuenta que la pobre mujer no tiene ni un mendrugo de pan para cenar.




Hoy os traigo un Pan de calabaza que seguro que haría llorar de emoción a todas las señoras Catalina de este mundo. ¡Es tan bueno que una persona panera como yo tiene que hacer verdaderos esfuerzos para no comérselo todo de un tirón! ¡Y más cuando está hecho con una calabaza de mi huerto!

Si os habéis animado a hacerlo, sólo tenéis que seguir estas indicaciones:

Cortamos la pulpa de la calabaza a dados y la cocemos al vapor durante 10 minutos. La dejamos escurrir mientras se enfría. Después, la aplastamos con un tenedor hasta dejarla bien fina y la mezclamos con las semillas de hinojo, la ralladura de limón y la miel.

Ponemos en la panificadora el agua, la sal, la harina, la mezcla de calabaza y la levadura, y hacemos que lo amase todo durante 15 minutos. Si no tenéis esta máquina, podéis amasarlo a mano sin ningún problema.

Sacamos la masa de la panificadora y la ponemos encima de una bandeja forrada con papel de horno. La tapamos con un paño y la dejamos reposar en un lugar cálido hasta que haya doblado su volumen. Un lugar cálido podría ser dentro del horno a 30º.




Trabajamos un poco la masa con las manos para desgasificarla y la dividimos en tres partes, que estiraremos hasta tener 3 cuerdas de dos palmos de largo, con las que haremos una trenza.

Tapamos esta trenza con el paño y la volvemos a dejar reposar en un lugar cálido hasta que haya doblado una vez más su volumen.

Encendemos el horno y lo ponemos a 200º. Pintamos con leche toda la superficie del pan y esparcimos por encima las semillas de calabaza. Lo horneamos durante 20 minutos, después bajamos la temperatura a 175º y lo dejamos 10 minutos más.




Hay que esperar que se haya enfríado antes de cortarlo. Quedará como un pan de payés, con una buena costra por fuera y suave y blando por dentro.


Ingredientes:

250 g pulpa de calabaza
1 cucharadita de café de semillas de hinojo (opcional)
ralladura de limón
2 cucharadas de miel de romero
650 g harina de fuerza
2 sobres (11 g) levadura seca de panadero
8 g sal marina
270 ml agua

1 cucharada de leche de espelta
2 cucharadas de semillas de calabaza




Con este Pan de calabaza participo en la propuesta que hacen este mes Els fogons de la Bordeta y Xocolata desfeta para la Recepta del 15.



Y mientras disfrutamos del perfume que sale de nuestra cocina, gocemos también con la lectura de Pan negro, de Emili Teixidor. Seix Barral, 2010.



Idea de la receta: Repostería y panadería, paso a paso. Parragón.





Cruasanes de cabello de ángel




No sé dónde se esconde. Quizá me observa protegido tras la cabecera de la cama, o quién sabe si las frondosas ramas del ficus que tengo en el comedor le sirven de escondite. Siempre escurridizo y nunca visto. Pero ahí está. Y no estoy loca.

Cuando salgo a la calle me sigue como un perro faldero, atento a mis pasos y con los ojos bien abiertos. Nunca le dirijo la palabra porque no quiero que piensen que me he trastocado, pero siempre lo tengo en mi mente y nunca le estaré lo suficientemente agradecida por haberme salvado la vida aquel día de 1966.

Yo tenía 6 años y acababa de salir de la escuela cuando un coche me arropelló por haber cruzado la calle sin mirar mientras huía de un niño que quería hacerme enrabiar.

Cuando recuperé los sentidos todo me resultaba extraño. Estaba rodeada de una multitud de gente que no conocía y no sabía porqué yacía en el suelo en medio de la calle. Todos, sin embargo, estaban contentos al ver que no tenía ni un rasguño, cuando ése podía haber sido el último día de mi vida.

Mi ángel me protegió, y sé que aún lo hace ...




Esta receta es ideal para hacer una tarde lluviosa que no invita en absoluto a salir de casa. Además, me hacía mucha ilusión preparar estos Cruasanes de cabello de ángel con las calabazas que he cultivado por primera vez en el jardín de mi casa.

Para hacerlos, empezamos preparando la confitura de cabello de ángel de esta manera:

Lavamos la calabaza, la secamos y le damos un buen golpe con un martillo para agrietar la piel. Con mucho cuidado, porque es bastante dura, retiramos toda la piel ayudándonos con un cuchillo. Partimos la calabaza en 7 u 8 trozos y le quitamos todas las semillas y los filamentos amarillentos que las rodean.

Desmenuzamos la pulpa con las manos y la ponemos dentro de una olla con un vaso de agua. La tapamos y la ponemos a fuego bajo durante 2 horas y media, o hasta que esté tierna y se haya evaporado toda el agua.

Pesamos la pulpa y, si todavía hay algún trozo que no se ha deshecho, la aplastamos con el tenedor. Volvemos a ponerla dentro de la olla con la piel de limón y la rama de canela. Añadimos el azúcar (3/4 partes de azúcar por kilo de calabaza), tapamos y volvemos a poner a fuego muy suave, removiendo de vez en cuando.

Al cabo de una hora, destapamos la olla y, con una cuchara de madera, vamos removiendo la confitura sin parar durante 1/2 hora, o hasta que haya adquirido un bonito color dorado. Retiramos la piel de limón, y ponemos la confitura de cabello de ángel en un tarro de cristal junto con la canela.




Si fuera para utilizarla durante todo el año, deberíamos hervirla al baño María durante 20 minutos. Pero como en casa somos bastante golosos, y en menos de un mes ya nos la habremos comido, la guardamos en la nevera.

Para hacer los cruasanes, encendemos el horno y lo ponemos a 200º.

Dividimos el hojaldre en 8 o 12 rectángulos. Ponemos una cucharadita de confitura en el extremo ancho de cada rectángulo, y vamos enrollando la masa hasta llegar al otro extremo.




Doblamos un poco los extremos hacia adentro, dándoles la forma redondeada típica de los cruasanes. Añadimos unas gotas de agua a la yema de huevo, y luego procedemos a pintar toda la superficie.

Los horneamos durante 20 minutos, o hasta que hayan adquirido un bonito color dorado.

Ingredientes (para 8 a 12 unidades):

1 lámina redonda de hojaldre de 230 g
200 g confitura de cabello de ángel
1 yema de huevo de agricultura ecológica para pintar

Para la confitura de cabello de ángel:
1 calabaza de cabello de ángel ecológica
1 vaso de agua
azúcar (3/4 kg por cada kg de calabaza)
piel de limón ecológico
1 rama de canela




¿Son las alas de mi ángel las que se asoman juguetonas entre estos Cruasanes de cabello de ángel? Mientras lo averiguamos, podemos leer la novela de Tracy Chevalier, Ángeles fugaces. Alfaguara. Madrid, 2002.