Pan campesino de Carmela Ríos




Cuando Carmela Ríos se casó con el hijo del molinero desobedeciendo la voluntad de sus padres, ya sabía lo que se hacía. No era un capricho, ni una pataleta. Era amor. 

Siempre se aburría en la tienda de sus padres porque no le encontraba ninguna gracia al hecho de estar detrás del mostrador vendiendo víveres a la gente. Por eso, aprovechaba cualquier  distracción de su madre para escurrirse entre la clientela y salir corriendo hacia el río. 

Las tierras del pueblo eran arcillosas y especialmente finas en la orilla del río. Allí trabajaba el barro y hacía verdaderas esculturas que no se atrevía llevar a casa porque ya había suficiente gritos cuando la veían llegar con las uñas marrones y el vestido lleno de manchas imposible de hacer desaparecer. 

El hijo del molinero compartía su secreto, y poco a poco esa amistad derivó en algo más. Un día la invitó al molino e hicieron con harina lo que hasta entonces sólo habían hecho con barro. 

La suavidad y calidez de la masa entre sus dedos le descubrieron su verdadera pasión, y Carmela decidió entonces que se casaría con aquel chico y se convertiría panadera. Haría los panes más sabrosos de la comarca y vendría gente de todas partes a comprar los panes con las formas más divertidas que nunca nadie hubiera imaginado .




Encontré escondido entre las hojas de un libro antiguo un trozo de papel donde alguien había anotado la receta de Carmela Ríos, y al momento quedé prendada. Es un pan tan bueno que merece tener el nombre de su creadora. 

Si os ha gustado el aspecto del Pan campesino de Carmela Ríos y deseáis probar su sabor, os aconsejo que os animéis a prepararlo  siguiendo las indicaciones que os daré.

Primero haremos la masa madre, mezclando la harina, el agua y la levadura. La tapamos y la dejamos reposar un mínimo de 24 horas en la nevera, removiendo la masa un par de veces. 

Mezclamos la sal y las harinas. Enharinamos el mármol y hacemos un volcán con las harinas. Dentro ponemos el agua, 300 g de la masa madre * (que habremos sacado una hora antes de la nevera) y la levadura desmenuzada. Lo amasamos hasta conseguir una bola que no se nos pegue en las manos . 

La ponemos en un bol, y la dejamos reposar unas dos horas. Cuando habrá doblado su volumen, la amasamos un minuto más. Estiramos la masa con las manos, la enrollamos y la ponemos dentro del molde. Tapamos y dejamos reposar hasta que haya doblado otra vez su volumen. 

Encendemos el horno y lo ponemos a 250º. Cuando esté bien caliente, ponemos dentro un cazo con agua. Espolvoreamos la superficie del pan con harina y lo ponemos en el horno. Bajamos la temperatura a 220º y lo dejamos cocer 30 minutos. Lo sacamos del horno, lo desmoldamos y lo volvemos a poner en el horno 10 minutos más para que quede crujiente .




Ingredientes: 

Masa madre:
270 g harina de fuerza
270 g agua
10 g levadura fresca de panadero

Masa:
300 g de la masa madre
250 g harina de fuerza
250 g harina integral de espelta
290 g agua
15 g sal
10 g levadura fresca de panadero


Nota (*): El resto de masa madre lo guardamos en la nevera para la próxima vez que hagamos pan, aunque la tendremos que ir alimentando de vez en cuando, sacando la mitad y añadiendo la misma cantidad, mitad agua, mitad harina.


World Bread Day 2013 - 8th edition! Bake loaf of bread on October 16 and blog about it!


Hoy es el Día Mundial del pan y con este Pan campesino de Carmela Ríos participo en la iniciativa de Kochtopf. Hoy, más nunca, debemos reivindicar la importancia de este alimento, y luchar para que no falte en ninguna mesa. 

Soy panarra de tipo y me encanta el pan, pero también me gustan las buenas lecturas. Hoy os recomiendo Emili Teixidor, Pan negro. Seix Barral. Barcelona, ​​2010. 

Nadie debería pasar hambre, y me estremezco sólo de pensar que cualquiera de nosotros, de un día para otro, podemos encontrarnos en esta desgraciada situación.

Helado de plátano y moras




Ya lo sé, ya, que muchos piensan que soy tonta. Y es que me miran y sólo ven unos pechos desmesurados  y un cuerpo voluminoso que se mueve con singular parsimonia, como si nada me preocupase.

Reconozco que soy buena comedora y que me gusta picar a todas horas. Y una vez llena, estaréis conmigo en que no hay nada como tumbarse y contemplar las nubes, aunque nunca me he entretenido en contarlas porque enseguida me invade la modorra y no puedo evitar una siesta reparadora.

Sin embargo, esta mañana mi vida ha dado un giro sorprendente. Y es que allí, en medio del campo de raigrás, se han sentado  Panxito y  Don, y han comenzado a tocar un chotis de lo más alegre. Tan pronto como han sonado las primeras notas, mis amigas y yo hemos empezado a movernos al ritmo de la música y ya nada nos ha detenido.

Estoy convencida de que aquellos que piensan que soy boba, ahora dirán que encima hago el ridículo. Pero ¡qué más da!  Uno-dos-trees, un-dos-trees .... ¡Dejad paso a la reina del baile!




El último martes de julio fui invitada al Palau de la Música al acto Música, vacas y helados organizado por La Fageda, en el que Panxito y su hijo Juan nos deleitaron con la interpretación de varias piezas musicales.

Aunque  Panxito nos animó a salir y bailar al son de la música que escuchan las vacas mientras pastan, nadie se atrevió a hacerlo, seguramente porque la timidez nos hace ser a menudo menos lanzados de lo que quisiéramos.

En el acto se presentaron los helados de La Fageda, que están hechos de manera tradicional y con ingredientes naturales. No tienen colorantes ni conservantes.

A continuación, el equipo de Singularis nos preparó tres recetas con helados: Carpaccio de mango con helado de yogur y crujiente de chocolate, Sopa de melón cantalupo con helado de vainilla y nueces de macadamia, y Mil hojas de crema de coco con helado de chocolate y crujiente de pistacho.

Al finalizar, nos invitaron a una cata de los helados de La Fageda. No hace falta decir que pudimos repetir y probar diferentes variedades, ¡y todas nos parecieron excelentes!




Yo hoy quisiera traeros una receta de un helado diferente, de aquellos que se hacen sin productos lácteos y que son ideales para vegetarianos: Helado de plátano y moras.

Hay actualmente en el mercado una máquina que nos permite hacer en pocos minutos helados 100% naturales y que sólo utiliza fruta congelada en su elaboración.

¿Os ha llamado la atención este helado? Pues aún os gustará más cuando veáis lo poco que se tarda en hacerlo!

Empezamos pelando los plátanos congelados. Para hacerlo más fácilmente, los ponemos previamente unos segundos bajo el grifo y los mojamos bien. A continuación  introducimos uno en la máquina de helados. Añadimos las moras y seguidamente el otro plátano. Removemos el helado con una cuchara para mezclar bien las frutas, y lo ponemos en una copa.

 Ingredientes (para 2 personas):

2 plátanos maduros congelados
65 g moras silvestres congeladass




¿Os ha gustado este Helado de plátano y moras? Pues acompañadlo de una buena lectura.

Hoy os recomiendo Irene Nemirovsky, El baile. Salamandra Ediciones. Barcelona, 2006.

Pota Blava con ciruelas y piñones




Hace días que ni escribo ni cocino, y es que todavía no he bajado de la nube a la que fui a parar después de visitar El Prat. Me acogieron de manera tan extraordinaria que llegué a pensar que estaba en la gloria y que ya no necesitaba nada más para ser feliz. Desde entonces, reconozco que ya no he vuelto a ser la misma.

Ahora miro atrás y me doy cuenta que también he perdido la noción del tiempo. Parece que fue ayer cuando rondaba por los espacios naturales del delta del Llobregat disfrutando de la máxima felicidad ... y ya han transcurrido dos meses!

Confieso que había pensado esconder dentro de mi corazón todas las experiencias vividas ese día, pero hay secretos que no puedo guardar porque me convertiría en la más grande de los egoístas si no compartiera con vosotros todas aquellas maravillas.




Los amantes de la naturaleza encontraréis un río de aguas limpias, caminos de arena a ambos lados de los cañaverales, y una gran variedad de aves que han encontrado aquí los parajes ideales para anidar o para reposar antes de proseguir su ruta migratoria.

Los que vivís el presente, pero seguís la historia de nuestra tierra, podréis visitar dos edificios del siglo XIX, El Semáforo y El antiguo cuartel de carabineros, cuya función era regular el tráfico marítimo costero para evitar accidentes, y reprimir el contrabando al tiempo que vigilaban la costa.




Los aficionados a observar los grandes pájaros de metal que comparten el cielo con las zancudas, los patos blancos, las águilas pescadoras y tantas y tantas especies de aves, dispondréis de miradores para poder seguir sus movimientos, sus modelos y sus rutas.

Los que huís del ruido buscando la tranquilidad y deseando disfrutar de playas naturales, no será necesario que viajéis a lugares lejanos porque aquí hay una playa que nada tiene que envidiar a destinos paradisíacos. Y se encuentra muy cerca de una de los pinares mejor conservados del litoral catalán, que siempre nos ofrecerá una preciada sombra y sus tesoros más escondidos: orquídeas en primavera y setas en otoño.




A quien le gusta la vida de campo, disfrutará con los cultivos de las llanuras del delta. Planicies rebosantes de campos con historia y que han sido tradicionalmente productores de una amplia gama de hortalizas y frutas.

El pollo  Pota blava (*) y  la  alcachofa Prat son dos buenos ejemplos de la calidad de los productos de la zona. Y si al mejor producto le añadimos una buena cocina, satisfaremos los deseos de los visitantes más sibaritas.

De entre todos los restaurantes me gustaría destacar el Mesón El Cortijo y Rústic & Co. Restaurant, que nos ofrecieron un menú degustación de categoría:

Cocktail aperitivo KTA'S
Chips de alcachofa 
Crema de alcachofa y mascarpone
 Tigretón de Pota Blava con dados de alcachofa y salsa de chocolate 
Pota Blava a la antigua con brocheta de patata y alcachofa confitada 




Sin embargo, yo he querido preparar un plato de toda la vida, de aquellos que mi madre hacía los domingos especiales o cuando íbamos a pasar el día fuera y queríamos comer como reyes, en una época en que no era tan cotidiano ir de restaurante.

Si os animáis a preparar este Pota Blava con ciruelas y piñones, recuperaréis el placer de saborear un buen pollo.

Para empezar, cortamos el pollo en octavos, y lo salpimentamos. Ponemos al fuego una cazuela con el aceite, el pollo, el tomate cortado por la mitad, las cebollas, la cabeza de ajos, las hierbas aromáticas y la canela en rama. Tapamos la cazuela y dejamos cocer los trozos durante 1/2 hora a fuego bajo.

Damos la vuelta al pollo y lo dejamos media hora más. Destapamos la cazuela, volvemos a dar la vuelta al pollo y lo dejamos un cuarto de hora.

Vertemos un chorrito de coñac y lo dejamos reducir. Cuando el pollo se haya dorado, ya podremos cerrar el fuego. Colamos parte del aceite de la cazuela y lo ponemos en una sartén pequeña. Ponemos las ciruelas y los piñones, y los tenemos hasta que los piñones se hayan dorado.

Acompañamos el pollo con los piñones y las ciruelas.





Ingredients (para 4 personas):

1 pollo pota blava de unos 2 kg
150 ml de aceite oliva virgen extra
1 tomate
2 cebollas tiernas
1 cabeza de ajos
1 rama de tomillo
1 rama de romero
1 hoja de laurel
1 canela en rama
ciruelas de California con hueso
piñones
coñac Torres 10
sal
pimienta negra recién molida
 



Circunstancias familiares dolorosas me han mantenido alejada durante un tiempo de los fogones de esta cocina y por eso agradezco de todo corazón vuestra fidelidad a estas páginas.

Vuelvo con la misma ilusión del primer día con este Pota Blava con ciruelas y piñones que tan bien cocinaba mi madre, y que tanto nos gusta en casa.

Ella ya no está aquí para probarlo, pero espero que allí donde esté continúe inspirándome para que las recetas que vaya publicando sean de vuestro agrado.

Y, dedicada a ella ya todos vosotros, hoy os recomiendo la lectura de Gerald Durrell, Un novio para mamá y otros relatos. Alianza Editorial. Madrid, 2004.


(*) Nota: Pota Blava  significa Pata azul. Los pollos reciben este nombre por el color característico azul pizarra de sus patas.


Tartaletas de fresa del Día de la Madre




Dicen que soy curioso por naturaleza, y que siempre me encontrarán allí donde se cuece algo.

De pequeño, en lugar de alargar los ratos de juego con mis hermanos, me gustaba deslizarme entre las conversaciones de los mayores y observar sus gestos aún sabiendo que, a veces, mi presencia resultaba un tanto incómoda.

De aquella época guardo imágenes que el paso de los años no han podido borrar y que vivo como si fueran recientes.

La guerra era recién terminada. Mi padre estaba en la cárcel cuando mi madre cayó enferma. Un mal feo, dijeron. La pobre mujer no estaba preparada para morir y sacaba fuerzas de donde podía para llevar la casa y cuidar de sus cinco hijos.

Nadie excepto yo sabe lo que sufrió, porque la vigilaba muy de cerca. Oía los gemidos sordos que su mirada se esforzaba en ocultar, y veía las lágrimas que sus manos secaban antes de que brotaran ...

De vez en cuando venía don Feliciano, el médico, y nuestros tíos nos mandaban fuera a jugar, pero yo volvía tras  mis pasos  y, oculto tras la puerta, observaba las llagas que mi madre tenía en el pecho, aquellas llagas que ningún remedio curaba y que a medida que pasaban los días presentaban peor aspecto.

Mi madre había venido al mundo a trabajar y a sufrir, pero nunca deploró su suerte. Y cuando las fuerzas abandonaron aquel cuerpo, yo derramé todas las lágrimas que había ido contando en silencio y que sus párpados se habían esforzado en retener.

Mi madre era demasiado joven para morir y nosotros demasiado pequeños para quedarnos sin ella.

   


Estas Tartaletas de fresa del día de la madre son en realidad unas bases de merengue rellenas de fresas y nata. Las bases podemos hacerlas con días de antelación y guardarlas en una caja hermética. Para que no se humedezcan, no las rellenaremos hasta poco antes de servirlas.

Para conseguir un azúcar con sabor a vainilla, hay que tener durante unos días una vaina de vainilla ya usada dentro de un frasco de cristal -bien tapado- lleno de azúcar glas.

Para hacer las bases usaremos merengue francés que, como ya os contamos cuando preparamos las Canastillas  de merengue, se hace así:

Primero  dibujamos círculos de 10 cm de diámetro en un papel de horno, y ponemos una olla con agua al fuego para que se caliente ligeramente. Mientras tanto, tamizamos el azúcar, y en un cazo montamos las claras con una pizca de sal hasta que casi estén a punto de nieve.

Añadimos entonces cucharadas de azúcar mientras vamos batiendo. Una vez lo habremos incorporado todo, ponemos el cazo dentro de la olla, vigilando que el agua no toque la base del cazo. Y batimos el merengue hasta que esté bien espeso. Con batidora eléctrica tardaremos unos 8 o 9 minutos. Notaremos que ya está hecho cuando veamos que forma picos.

Entonces pasamos rápidamente el merengue a una manga pastelera. Encendemos el horno y lo ponemos a 100º. Llenamos con el merengue las circunferencias dibujadas, y luego hacemos un círculo alrededor.

Horneamos las tartaletas durante 2 horas. Deben quedar blancas, pero secas. Las despegamos del papel y las dejamos enfriar completamente.




En el momento que las queramos rellenar, montamos la nata, añadiendo una cucharada de azúcar casi al final.

Lavamos y cortamos en trocitos pequeños las fresas. Las mezclamos con la mitad de la nata y rellenamos las tartaletas.

Ponemos la nata restante dentro de una manga pastisssera y dibujamos rosetas de nata alrededor de la tartaleta. Finalmente decoramos con una bola de mango que habremos hecho ayudándonos con una cuchara parisina.




Ingredientes (para 9 tartaletas):

Para las bases:
4 claras de huevo de agricultura ecológica
1 pizca de sal
250 g azúcar glas con sabor a vainilla

Para el relleno:
1/2 l nata 35% m.g.
1 cucharada de azúcar
400 g fresas de agricultura ecológica
1 mango




Las fresas utilizadas para hacer estas Tartaletas de fresa del día de la madre han crecido en el pequeño huerto de casa, bajo la atenta vigilancia de mis ojos y mis manos, que las han tratado con todo el amor posible. Los rayos de sol les han proporcionado el punto de maduración necesario para deleite de la vista y el paladar.

Ningún otro fruto habría sido sido más adecuado para un postre dedicado a mi madre. Y para acompañar estas tartaletas, hoy os recomiendo un libro que habla de una madre, la del autor. Frank McCourt, Las cenizas de Ángela. Ediciones Maeva. Madrid, 1997.

Tarta Montserrat de mousse de limón




Fray Joan Garí vio alterada su vida contemplativa de silencio y oración en la hermosa montaña de Montserrat, cuando el conde Wifredo el Velloso se presentó en la cueva con su hija Riquilda.

El demonio se había apoderado del cuerpo de la joven y, ante la desesperación de su padre, ningún médico ni exorcista habían podido hacer nada para curarla. Así que, habiendo llegado al conde la fama del ermitaño, decidió llevar su hija hasta la montaña y dejarla en sus manos.

El poder del diablo es enorme, y este consiguió nublar el buen entendimiento del pobre fray Garí, el cual terminó violando a la chica. Horrorizado por su acción, la mató y luego, para borrar cualquier vestigio de su crimen, enterró el cuerpo.

Como los remordimientos no le dejaban vivir, fue a Roma a pedir el perdón del Papa, y este -horrorizado al principio, pero compadecido después ante las muestras del arrepentimiento del ermitaño-  lo liberó de su culpa no sin imponerle como penitencia regresar a Montserrat a cuatro patas y vivir como un animal hasta recibir una señal del cielo.

Y ya tenemos al pobre fraile viviendo en su cueva  igual que una bestia, con el cuerpo curvado y cubierto de pelo, y alimentándose de raíces. Fueron pasando los años y un día unos nobles caballeros cazaron aquella bestia inhumana, y la llevaron a Barcelona para exhibirla en la Corte.

Casualmente se festejaba el bautizo del hijo del conde Guifré, y sacaron la bestia durante la celebración del banquete. El público la miraba con curiosidad cuando el bebé que llevaba en el regazo la condesa pronunció estas palabras: ¡Garí, ponte derecho, que tus pecados te han sido perdonados!

Sorprendido, el conde ordenó lavarlo bien y cortarle el pelo y, tras reconocer al ermitaño, le pidió por su hija Riquilda. El pobre fray Garí confesó su crimen y lo llevó hasta su cueva para desenterrar el cuerpo y llevarlo a Barcelona.

Ante la sorpresa de todos, la chica apareció sana y salva por obra de la Virgen. Y, en agradecimiento, decidió quedarse en la montaña de Montserrat, donde el conde -feliz de reencontrar a su hija con vida-, hizo construir un monasterio de monjas, del cual la joven Riquilda fue la primera abadesa.




Montserrat, la madrina de mi hijo Oriol, celebraba este año un cumpleaños muy especial, y era necesario que la tarta estuviera a la altura. Aunque ella es una gran amante del chocolate, para esta ocasión yo quería una tarta ligera, refrescante y con un toque primaveral para hacer juego con ese aire juvenil que no la ha abandonado durante sus 60 años de vida.

Si os ha gustado esta Tarta Montserrat de mousse de limón y la queréis hacer,  tenéis que seguir estas indicaciones:

Hacemos una plancha de bizcocho como explicamos cuando hicimos el Brazo de gitano con ganache de fresa.  La horneamos a 180º durante 8 minutos y la dejamos enfriar.




Para hacer la mousse de limón, empezamos poniendo en remojo, en agua fría, las hojas de gelatina. A continuación exprimimos el zumo de los limones y de la naranja, y lo colamos. Tiene que haber 250 ml.

En un cazo batimos los huevos con el azúcar, y añadimos el zumo de limón. Lo ponemos a fuego bajo y no paramos de remover hasta que hierva. Apagamos el fuego y  añadimos las hojas de gelatina escurridas. Dejamos enfriar esta crema, revolviendo de vez en cuando. Finalmente incorporamos la nata montada con cuidado.

Con la plancha de bizcocho cortamos un círculo de 26 cm y forramos la base de un molde redondo desmoldable del mismo tamaño. Y, para poder desmoldar mejor el pastel, ponemos también una lámina de acetato  alrededor del molde.

Pintamos con mermelada de naranja la superficie del bizcocho, y encima vertemos la mousse de limón. Ahora la dejaremos en la nevera un mínimo de 5 horas para que cuaje.

Ponemos las hojas de gelatina en remojo. Mezclamos los dos zumos. Introducimos 4 cucharadas en un cazo junto con el azúcar, y lo calentamos. Escurrimos la gelatina y la añadimos al zumo caliente, mezclando hasta que se funda, y lo dejamos templar unos segundos. A continuación añadimos el resto de zumo. Cuando esté totalmente frío, lo vertemos con cuidado sobre la mousse, formando una capa delgada. Volvemos a poner la tarta en la nevera.

Fundimos el chocolate blanco al baño María y rellenamos un molde de florecillas hasta obtener 60. Fundimos también el chocolate negro, lo ponemos dentro de una manga pastelera y dibujamos 9 verjas.

Cuando el espejo amarillo ya se haya solidificado, desmoldamos la tarta. Retiramos también la cinta de acetato. Repartimos las florecillas por toda la superficie y ponemos las verjas alrededor de la tarta.




Ingredientes (para un molde de 26 cm):

Para la lámina de bizcocho:
3 claras de huevo de agricultura ecológica
1 pizca sal marina
3 yemas de huevo de agricultura ecológica
95 g azúcar
90 g harina
1 cucharadita Royal

Para pintar:
2 cucharadas de mermelada de naranja casera

Para la mousse de llimón:
ralladura de 2 limones ecológicos
el zumo de 2 limones ecológicos
el zumo de 1 naranja ecológica
250 g azúcar
2 huevos de agricultura ecológica
4 hojas de gelatina
300 g nata 35% m.g.

Para el espejo amarillo:
el zumo de 1 llimón ecológico
el zumo de 1 naranja ecológica
2 cucharaditas azúcar glas
2 1/2 hojas de gelatina

Para la decoración:
70 g chocolate blanco Nestlé Postres
50 g chocolate Nestlé Postres



Montserrat tiene un jardín muy bien cuidado. Paseando por la calle es imposible no detenerse un momento para contemplarlo y alegrarnos el día con el estallido de colores que hay al otro lado de la verja.

Con esta Tarta  Montserrat de mousse de limón he querido imitar ese espacio que ella cuida con tanto esmero. Y os recomiendo también la lectura de Mercè Rodoreda, Jardín junto al mar. EDHASA. Madrid, 2004.

¡Feliz cumplaños, Montserrat!


Tarta de Sant Jordi con mousse de fresas




La princesa Isabel ha enloquecido de tristeza, y ni los más famosos médicos de Córdoba, ni el amor que siente por ella el invencible Hamet pueden hacer nada para devolverle la cordura. Su locura, sin embargo, es pacífica y su dolor, mudo.

El sarraceno, observándola, se consume en silencio, y llora. Lejos queda el día en que la vio por primera vez cuando iba a asediar el castillo de su padre y cómo, cautivado por la perfección de sus formas, quedó prendado.

Fue entonces cuando, ante la mirada desconcertante de sus soldados, decidió dejar indemne el castillo y llevarse la joven a su palacio. Meses después, ni la vida confortable que le ofrece el galán Hamet ni los preciosos jardines repletos de rosas traídas de los lugares más remetos consiguen iluminar la mirada de la desdichada Isabel.

Encerrada en su mundo, sólo busca un imposible, una rosa azul que no encuentra en ninguna parte. El pobre sarraceno, dispuesto a dar la vida si es necesario para devolverle la salud, se dirige finalmente humilde y piadoso al dios de Isabel pidiéndole el milagro de su curación.

Inmediatamente, mientras una nube cubre  las rosas del jardín con una gasa azulada, el color vuelve  al rostro de la noble dama, que acepta feliz la conversión de su enamorado. (*)




Por Sant Jordi, una rosa. Y si es necesario, acompañada de una buena tarta. En casa hemos comido una pequeña tarta que es una delicia: Tarta de Sant Jordi con mousse de fresas.

Si os ha llamado la atención y la queréis hacer, solo tenéis que seguir las indicaciones que os daré.

Empezamos preparando el merengue francés: ponemos a calentar agua en una cacerola a fuego suave. Tamizamos el azúcar. Batimos la clara con la sal hasta que haga un poco de espuma. Añadimos entonces el azúcar, de cucharada en cucharada, sin dejar de batir.

Cuando el agua de la cazuela esté caliente, ponemos dentro el bol donde hemos batido la clara. Y batimos sin parar durante 8 minutos con una batidora eléctrica hasta que el merengue haga picos, como se ve aquí:




Trituramos las fresas y las pasamos por un cedazo para sacar las semillas. Ponemos en remojo, en agua fría, las hojas de gelatina, y finalmente montamos la nata.

Calentamos 3 cucharadas del puré de fresa, ponemos las hojas de gelatina escurridas y los mezclamos hasta que se deshagan. Añadimos el resto del puré. Incorporamos el merengue mezclando con suavidad. Y finalmente añadimos la nata.

Ponemos una tira de acetato alrededor de 8 moldes de silicona de 7 cm de diámetro (o si lo preferís, uno de 26 cm), y los rellenamos con la mezcla, dejándolos toda la noche en la nevera. A la hora de desmoldar-los, mejor si los ponemos previamente una hora en el congelador.

Para preparar el espejo de fresas, trituramos las fresas y las ponemos al fuego. Cuando se hayan reducido a la mitad, ponemos el jerez. Dejamos evaporar el alcohol y añadimos el azúcar, y no paramos de remover hasta que  espese y quede como una mermelada. Dejamos enfriar.

A la hora de montar la tarta, desmoldamos la mousse y la ponemos en un plato. Pintamos la superficie con la mermelada de fresa y ponemos alrededor de la tarta los bizcochos cortados por la mitad.

Decoramos con una cinta y una rosa.


 


Ingredientes (para 8 minitartas):

250 g fresas
100 g merengue francés
4 hojas gelatina
200 g nata 35% m.g.

Para el merengue:
1 clara de huevo de agricultura ecológica
60 g azúcar glas
1 pizca de sal

Para el espejo de fresas:
200 g fresas
1 cucharada jerez
100 g azúcar

28 melindros




Por Sant Jordi tampoco puede faltar un buen libro. Así que, para acompañar esta deliciosa y delicada Tarta de Sant Jordi con mousse de fresas, os proposo En nombre del amor, de Nicholas Sparks. Rocaeditorial. Barcelona, 2010.



(*) Historia basada  en el cuento  Las rosas azules,  de Los días del Albaicín: tradiciones, leyendas y cuentos granadinos, de Antonio Joaquín Afán de Ribera. 1886.


Merluza con mejillones




¡Mira que llegas a ser feo! Y llevas unas barbas tan descuidadas como las de los vagabundos que  evitan desde hace tiempo las tijeras del peluquero.

Son muchos  los que huyen de  tu fragancia y de la negrez  de tu piel buscando placer en cuerpos más redondeados y de tonos más pálidos.

Se apartan de ti porque eres pobre, dicen, y porque tu cuerpo áspero y lleno de úlceras no invita en absoluto  a las caricias. Pero cuando alegas que ha sido afeado por las sacudidas de la vida, no me negarás que un buen cepillado lo dejaría más fino y reluciente que el más precioso de los ónices.

Puedes estar contento conmigo, porque hace años que descubrí las cualidades que escondes tras la oscura coraza y porque no me canso de explicarlas aunque sólo sea para justificar mi amor. Sabes que no puedo vivir sin ti, pero si te cortaras las barbas reconozco que me harías la mujer más feliz del mundo.  

¡Por favor, un kilo de mejillones!




Si hay algo en la pescadería que no resalta por su belleza, son los mejillones. Pero, una vez en casa y desprovistos de sus valvas, ganan mucho y son capaces de mejorar un montón de platos.

Hoy os traigo una Merluza con mejillones buenísima, ideal para un día de fiesta. Si la queréis hacer, sólo tenéis que seguir mis indicaciones:

 Limpiamos los mejillones y los ponemos al fuego en una cazuela con un vaso de agua. Tapamos y dejamos que se abran. Eliminamos entonces las valvas de los mejillones y colamos el agua.

Salpimentamos los filetes de merluza y los ponemos en una bandeja que pueda ir al horno. Vertemos el vino blanco y el agua de los mejillones hasta cubrirlo totalmente. Los cocemos durante 6 minutos en el horno precalentado a 180º.

Con cuidado, vertemos todo el líquido de la bandeja en un bol, y cubrimos la merluza con papel de aluminio para mantenerlo caliente.

Fundimos la mantequilla en un cazo a fuego lento, añadimos la harina y la cocemos durante 2 minutos. Vertemos el líquido reservado, removemos bien para evitar grumos y lo cocemos a fuego lento hasta que la salsa comience a espesar. Añadimos los mejillones y rectificamos de sal.

Ponemos la merluza en el plato y vertemos por encima la salsa y los mejillones. Y decoramos con el perejil picado fino.




Ingredientes (para 4 personas):

2 filetes de merluza de palangre (750 g aprox.)
750 g mejillones de roca
100 ml vino blanco de  calidad
300 ml agua de los mejillones
50 g mantequilla
30 g harina
sal marina
pimienta negra recién molida
perejil ecológico




Imaginad una parada de pescado en el mercado, adornada con merluzas frescas puestas en fila y cajas de mejillones de la costa haciéndoles compañía. ¿No creéis que es increíble la transformación de este plato?

Pues si esta Merluza con mejillones os ha gustado, también pasaréis un buen rato con Franz Kafka, La metamorfosis. Alianza Editorial (Colección Biblioteca Kafka).  Madrid, 2011.


Brazo de gitano primaveral de chocolate




La belleza de la Dama del Castillo de Florejacs era tan deslumbrante que atraía al pueblo caballeros de todas partes dispuestos a ser sus pretendientes.

Sin embargo, cuentan las malas lenguas que, tras haberlos seducido con sus artes hechiceras, los convertía en flor y los plantaba a continuación en su jardín, que acabó adquiriendo una gran notoriedad por la delicadeza y singularidad de sus ejemplares.

Quién sabe si la pobre Dama, cansada de que sólo vinieran a ella jóvenes atraídos por su belleza sin tener en cuenta su inteligencia, decidió tratarlos como se merecían. Y, para que soportaran en su propia piel el peso abrumador de las miradas ajenas, los transformaba en hermosas flores.

Sin embargo esta despiadada habilidad de la Dama no le fue muy favorable puesto que, habiendo llegado a oídos del rey su crueldad, no tardó en ser juzgada y ejecutada.




Para celebrar la llegada de la primavera, y mi cumpleaños (todo hay que decirlo), he hecho este Brazo de gitano primaveral de chocolate que parece el jardín de una princesa.

Si os ha gustado y deseáis hacerlo, seguid mis indicaciones. La explicación es muy larga, pero su elaboración no tiene ninguna dificultad, así que no os asustéis, y ¡ánimo!

Empezamos preparando la mousse tal como os expliqué cuando hice la Tarta corona de chocolate: ponemos la nata al fuego y, mientras esperamos que rompa a hervir, batimos las yemas con el azúcar. Vertemos la nata y llevamos de nuevo el cazo al fuego, removiendo constantemente durante 6-7 minutos y vigilando que la temperatura no alcance los 80º.

Apartamos el cazo del fuego y añadimos el chocolate desmenuzado. Removemos hasta tener una crema homogénea. Entonces la dejamos entibiar, la cubrimos con film transparente y la guardamos en la nevera un mínimo de 4 horas, o bien toda la noche.

Para hacer el bizcocho, encendemos el horno y lo ponemos a 180º. Cubrimos una bandeja con papel de horno. Montamos las claras con una pizca de sal, hasta tenerlas a punto de nieve. En otro bol batimos las yemas con el azúcar hasta que blanqueen. Mezclamos la harina con la levadura y el cacao. Los pasamos por un cedazo y los vamos incorporando a las yemas poco a poco. Si queda demasiado seco y cuesta trabajar, añadimos un par de cucharadas de clara. Acabamos incorporando con suavidad, con una espátula, el resto de la clara. Vertemos la masa sobre una fuente cubierta con papel de horno, y la vamos alisando hasta obtener un rectángulo de 40 x 30 cm.  La horneamos durante 8 minutos.

Sacamos el bizcocho del horno y, para que no se seque mientras se enfría, lo cual haría que se rompiera a la hora de hacer el brazo de gitano, podemos hacer dos cosas. El procedimiento más sencillo es enrollarlo con el mismo papel que lleva pegado en la base, pero el bizcocho tiende a humedecerse.

Por eso sigo otro sistema que me da mejores resultados: una vez sacado del horno, lo cubrimos con un paño de cocina (que llamaremos A). Le damos la vuelta,  de forma que el papel quede en la parte de arriba y el trapo A a la banda de abajo. Sacamos con cuidado el papel, tapamos este lado con otro paño de cocina (B) y lo volvemos a girar de manera que este trapo B quede en el lado de abajo. Retiramos el paño de cocina A y enrollamos la lámina de bizcocho con el trapo B. Lo dejamos enfriar.




Ahora preparamos la galleta de chocolate: fundimos el chocolate blanco al baño María y, ya fuera del fuego, y un poco templado, lo mezclamos con los cereales y las almendras. Extendemos la mezcla sobre un trozo de papel de horno y la ponemos en la nevera durante 1 hora. Una vez la galleta se haya endurecido, el desmenuzamos con un cuchillo hasta obtener trozos pequeños.

Mezclamos la galleta desmenuzada con el chocolate cremoso que tenemos en la nevera. Desenroscamos el brazo de gitano, extendemoss el chocolate por toda la superficie y lo volvemos a enrollar (¡esta vez sin el paño de cocina!). Guardamos el brazo en la nevera.

Fundimos el chocolate negro y hacemos unos conos con la ayuda de un molde, fundimos el blanco y hacemos flores de chocolate. Los ponemos en la nevera y los desmoldamos al cabo de una hora.

Con la ayuda de un colador fino empolvoreamos toda la superficie del brazo de gitano con cacao. Repartimos las flores, que mantendremos levantadas poniendo los conos detrás, y decoramos con hojas de fresa y unas fresas.




Ingredientes:

Para la mousse de chocolate:
500 ml nata 35% m.g.
3 yemas de huevos de agricultura ecológica
50 g azúcar
350 g chocolate negro Nestlé Postres

Para la galleta: 
130 g chocolate blanco Nestlé Postres
40 g almendras tostadas
20 g cereales Kellogg 's

Para la lámina de bizcocho:
5 claras de huevos de agricultura ecológica
1 pizca de sal marina
5 yemas de huevos de agricultura ecológica
150 g azúcar
125 g harina
20 g cacao en polvo
7 g levadura Royal

Para decorar:
1 cucharada cacao en polvo
50 g chocolate negro Nestlé Postres
100 g chocolate blanco Nestlé Postres
6 fresas
hojas de fresa




¿No es este Brazo de gitano primaveral de chocolate una buena manera de celebrar la llegada de la primavera, que nos obsequia con sus colores y sus perfumes?

Pues se lo dedico a BTV, fan incondicional de estas páginas, bon vivant y mejor persona. Y como hombre de mundo a quien le encanta viajar, sé que un día hizo el recorrido de los Castillos de la Segarra, comarca donde encontraréis el Castillo de Florejacs.

Y nada mejor para acompañar la belleza de este postre que la lectura de El jardín olvidado, de Kate Morton. Suma de letras. Madrid, 2010.


Mona nido de chocolate




Rosario está curada de espanto. Nunca olvidará el hambre que pasó de niña, el ambiente gris  que se respiraba en la calle en su juventud ni los callos que acumulaban sus manos de tanto limpiar las casas ajenas.

Ningún momento para disfrutar de la vida, sin parar de trabajar. Ni vacaciones ni caprichos. Ahorrando lo que podía para poder realizar algún día aquello que más deseaba: viajar y conocer mundo, y ver con sus propios ojos los paisajes que aparecían en los calendarios que año tras año colgaba en la puerta de la cocina y que luego guardaba en una caja.

Cuando no eran los estudios de los hijos, era el marido en paro. Cuando no era cuidar los padres, era el cáncer que sufrió años atrás. Siempre mirando por los demás, siempre posponiendo su sueño, siempre arriba y abajo, olvidándose de vivir...

Los años han ido pasando, y cuando parecía que sus manos -tan activas en otro tiempo y torpes ahora a causa de la artrosis- estaban a punto de alcanzar su propósito, he aquí que los hijos vuelven al nido porque se han quedado sin casa.

Se frota los ojos y no lo entiende. Quisiera que alguien le explicara qué ha pasado, quién es el culpable de esta situación que parece que no tiene solución.

Pero, como madraza que es, se seca las lágrimas y los acoge con los brazos abiertos, velando por su nido con la misma pasión de siempre. Su sueño, una vez más, queda aplazado para más adelante.




Hoy es día de la mona, y muchos padrinos habrán llevado orgullosos la mona a sus ahijados. Monas de todo tipo en la mesa del lunes de Pascua.

En casa hemos sido muy tradicionales, y hemos vuelto a comer unos huevos de brioche que son una auténtica delicia. Pero la novedad de este año ha sido la presentación, y os puedo decir que ha causado una gran admiración. ¿Os gusta nuestra Mona nido de chocolate? ¡Pues tomad nota para cuando la queráis hacer!

Primero haremos el nido. Cogemos un bol y forramos la base -por la parte externa- con papel de aluminio. Fundimos el chocolate al baño María y, un vez atemperado, lo ponemos en una manga pastelera con una boquilla fina. Vamos hacemos rayas imitando la forma de un nido. Ponemos unos minutos el bol en la nevera para que se endurezca el chocolate, y después hacemos otra capa. Vamos repitiendo el mismo procedimiento hasta terminar el chocolate y tener confeccionado el nido.




Para hacer los huevos de brioche, tengo que confesar que he usado la panificadora para amasar la masa, pero si no tenéis, podéis hacerlo a mano sin ningún problema.

Empezamos vertiendo en la panificadora todos los ingredientes en este orden: la leche, la sal, el azúcar, el huevo batido, la mantequilla blanda, la ralladura de limón, la miel, el coñac, la harina y la levadura, y lo amasamos durante 15 minutos. Hacemos una bola, la ponemos en un bol, la tapamos con un paño húmedo y la dejamos en el horno a 40º durante 1 hora, o hasta que haya doblado su volumen.

Trabajamos la masa durante 1 minuto y hacemos bolitas de 40g de peso. Las ponemos encima de papel de horno, las tapamos con un paño húmedo y las volvemos a dejar dentro del horno durante 1 hora más. Batimos el huevo que tenemos reservado con un poco de azúcar glas y pintamos las bolas de brioche. Las volvemos a poner en el horno otra hora.

Las sacamos del horno, subimos la temperatura a 180º y, una vez caliente, las horneamos durante 10 minutos. Las dejamos enfriar.




En el momento de llevar la mona a la mesa, ponemos los huevos de brioche dentro del nido, decoramos con unas plumas de colores y lo acompañamos de una gallina.

Ingredientes (para 12 huevos de brioche):

115 ml leche
3 g sal
30 g azúcar
30 g huevo de agricultura ecológica
40 g mantequilla blanda
1 cucharadita de ralladura de limón ecológica
5 g miel
5 ml coñac Torres 10
250 g harina de fuerza
12 g levadura fresca de panadero

Para pintar los huevos:
25 g huevo de agricultura ecológica
1 cucharadita de azúcar glas

Para el nido de chocolate:
350 g chocolate negro Nestlé Postres




Para acompañar esta Mona nido de chocolate, y para motivar a los jóvenes para que no abandonen el hábito de la lectura, nada mejor que la obra de Joaquim Carbó, La casa bajo la arena. Editorial Aliorna. Barcelona, ​​1988.


Brownie de chocolate y almendras




No había nada que deseara más la pequeña Teresa que acompañar a su padre a Barcelona. Y es que, aun sabiendo que no se trataba de ir a pasear sino de hacer algún encargo, la idea de pasar la tarde con él y abandonar durante unas horas la rutina familiar hacía que su corazón latiera de emoción.

En casa quedaban sus hermanos y sus peleas, las tardes monótonas en el jardín con los juegos infantiles y la soledad de unos ojos de niña que sólo encontraban distracción en las aventuras de los héroes o las vilezas de los monstruos.

Pero las piernas de su padre eran largas y sus pasos similares a los de los gigantes de los cuentos. Sus pies de niña pequeña tenían que correr presurosos para no quedarse atrás,  pero su rostro no vislumbraba ningún ápice de temor a perderse en una ciudad descomunal, porque su padre la llevaba cogida de la mano mientras ella caminaba segura entre la muchedumbre .




La seguridad de una mano, el consejo sabio en un momento dado o la mirada de quien bien te quiere son cosas que echamos de menos cuando ya no tenemos al lado a $nuestro padre. Yo, además, he perdido el catador oficial de mis postres.

Porque sé que este Brownie de chocolate y almendras le gustaba mucho, vuelvo a las páginas de esta cocina con este postre riquísimo, ideal también para una merienda o un buen desayuno de domingo.

Si deseáis prepararlo, basta con que sigáis estas indicaciones:

Primero, encendemos el horno y lo ponemos a 180º, y forramos una fuente de 23 x 23 cm con papel de horno.

En un cazo deshacemos al baño María el chocolate y, una vez fundido, añadimos la mantequilla cortada en trocitos, removiendo para que queden bien unidos. Aparte, mezclamos la harina con la levadura y la pasamos por el tamiz.

En un bol batimos los huevos y el azúcar durante 2 o 3 minutos. Añadimos el chocolate fundido y, a continuación, la harina. Finalmente incorporamos las almendras, removiendo hasta que estén repartidas de manera uniforme.




La gracia del brownie es que no esté seco del todo, sino más bien un punto húmedo.

Ingredientes (para un molde de 23 x 23 cm):

250g chocolate
100 g mantequilla
3 huevos de agricultura ecológica
100 g azúcar
70 g harina
1 cucharadita de café de levadura Royal
100 g almendra cruda cortada en trocitos pequeños




¿Qué me decís? ¿No os entran ganas de coger un trozo de este Brownie de chocolate y almendras? ¡Podéis hacerlo sin remordimientos, que la casa invita! Y más después de la larga pausa a la que se ha visto obligado este blog. ¡Nunca os podré agradecer vuestra fidelidad a estas páginas!

Y para no perder la costumbre, os sigo recomendando una buena lectura para acompañar este brownie. Justamente hoy, que he vuelto a estas páginas, se hace imprescindible leer Evelyn Waugh, Retorno a Brideshead. Tusquets Editores.  Barcelona,1993.