Tartaletas de brócoli




-¿Hasta cuándo, papá, tendré que aguantar a mi hermana? ¿Hasta cuándo? -había implorado mil veces con desesperación Katy al recuerdo de su padre. 

Siendo todavía una niña tuvo que vivir la muerte de su madre, víctima de un cáncer. Sin embargo, a pesar de la desgracia, no tuvo una  infancia carente de amor porque la mujer con quien se casó su padre un tiempo después la trató con amor y la cuidó como si fuera su propia hija. 

Pero llegó el día en que, coincidiendo con su décimo aniversario, Katy se convirtió en la hermana mayor de una niña a la que pusieron el nombre de Esperanza, y los privilegios llegaron a su fin. Desde el primer momento la madre sólo tuvo ojos para esa hija acabada de nacer, y todo lo que le negaban a Katy, le era dado con creces a la pequeña. 

Cuando tenía veinticinco años, en una fatídica noche de lluvia y frío, el coche en que viajaban sus padres cayó por un barranco, y quedó huérfana. Las palabras que, de manera premonitoria, le había dicho una vez su padre, le resonaban dentro de su cabeza el día del entierro: 

- Cuando yo falte, Katy, cuida de tu hermana. Ella es alocada e irresponsable, y sin ti estaría perdida. 

Eran como el día y la noche. Mientras ella compaginaba estudios y trabajo, ahorrando al máximo el dinero que ganaba, Esperanza vivía el presente y sólo tenía ganas de viajar, divertirse y comprar ropa de marca. 

Llegó el día en que la situación se hizo insostenible. Katy había intentado en vano poner normas en aquella casa, pero su hermana las había roto todas sin ninguna consideración. 

- ¡El dinero de nuestros padres también es mío y me lo gasto en lo que yo quiero! 

- ¡Hace meses que se acabó el dinero! Sólo tenemos lo que yo gano y es bien poca cosa. Así que de ahora en adelante tendremos que controlar al máximo nuestros gastos

Días después, al ir a comprarse una blusa nueva para una entrevista de trabajo en la que tenía que  causar buena impresión, ¡cuál no fue su sorpresa al ver que la venta le había sido denegada! ¡No puede ser! -se decía a sí misma. ¡Si cobré la semana pasada! 

Cuando supo que su hermana había gastado todo el dinero del banco en un vuelo a Venecia para pasar el puente de Todos los Santos con unos amigos, se enfurismó tanto que, dando un puñetazo en la mesa, le dijo: 

- ¡Hasta aquí hemos llegado! (*) Quédate el piso de papá, si quieres. Yo me largo, ¡que ya estoy harta de sanguijuelas caprichosas! 




Estas Tartaletas de brócoli son la segunda receta que hice en el Taller de cocina  El calcio, del plato al hueso, que impartí en el Fòrum Dona i Menopausa organizado por ella y el abanico. Si deseáis verme preparando esta receta paso a paso, podéis hacerlo mirando este video: 




Pero si preferís seguir leyendo, aquí tenéis la receta: 

Encendemos el horno y lo ponemos a 160º. Lavamos el brócoli y separamos las flores. Ponemos un dedo de agua en una cazuela y, cuando hierva, ponemos el utensilio para cocer al vapor y colocamos dentro el brócoli. Salamos ligeramente, tapamos y lo dejamos cocer durante 5 ó 6 minutos. Debe quedar al dente

Ponemos las flores de brócoli dentro de las tartaletas. Batimos el huevo, añadimos la crema de avena, salpimentamos y vertemos esta mezcla dentro de las tartaletas. Si queréis, podéis espolvorear unas almendras laminadas por encima. 

Las horneamos durante 25 minutos, vigilando que el brócoli no se queme, y... ¡ya las podemos llevar a la mesa! 


Ingredientes (para 2 personas): 

150 g brócoli 
250 ml crema de avena 13% m/g 
1 huevo de agricultura ecológica 
sal marina 
pimienta recién molida 




Si os han gustado estas Tartaletas de brócoli, seguro que también os gusta el libro de Michael Hoeye Una cuestión de tiempo. Random House Mondadori.


(*) Hay aquì un juego de palabras que se pierde en la traducción al español. Para decir que se ha llegado a una situación límite, decimos  "¡Se ha acabado el brócoli!" (traducción literal), de ahi que haya traducido esta expresión como "¡Hasta aquí hemos llegado!".


Arroz integral con chirlas




Acababan de casarse y cabalgaban plácidamente bordeando la playa hacia casa de la novia, donde les esperaba un espléndido banquete. Los invitados les seguían a pie, salpicados por las diminutas gotas que producía el intenso oleaje.

 El joven no se percató de nada porque tenía los ojos puestos en su amada, resplandeciente como una Venus. Sin embargo la comitiva percibió la grave situación de una embarcación que navegaba a la deriva, y dio el grito de alarma.

Entonces el novio, sin perder un solo segundo, dirigió su caballo hacia las aguas y se adentró en el mar dispuesto a salvar la nave, con tan mala fortuna que una ola gigante se lo llevó a las profundidades. Viéndose perdido, imploró al cielo su ayuda.

De repente notó una fuerza inhumana que lo impelía hacia fuera y lo devolvía a la playa sano y salvo, justo en el mismo momento en que la nave, que transportaba los restos del apóstol Santiago, llegaba a la orilla. Todos consideraron este hecho un milagro del santo.

Y justamente porque jinete y caballo surgieron de entre las olas cubiertos de conchas, quedaron para siempre unidos la imagen del apóstol Santiago y este molusco.




La semana pasada tuvo lugar en Barcelona el Fòrum Dona i Menopausa, organizado por ella y el abanico y yo -como directora y cocinera de todo lo que se publica en Las recetas de ella y el abanico- me encargué del taller de cocina El calcio, del plato al hueso, donde cocinamos tres recetas muy apropiadas para fortalecer nuestros huesos.

La primera receta que hicimos fue ese Arroz integral con chirlas, muy fácil de preparar y muy sano. Si deseáis verme en acción cocinándolo, podéis entrar en aquesta pàgina de vimeo.


 


Si preferís leer estas líneas, ahora os explico el receta.

Para eliminar la arenilla que puedan tener las chirlas, las cubrimos de agua salada y las dejamos en un lugar fresco durante 1 hora.

Para cocer el arroz, ponemos el agua al fuego y cuando hierva echamos el arroz y un trozo de alga kombu, lavados previamente. Tapamos el cazo, ponemos el fuego al mínimo y lo dejamos cocer durante 45 sin tocarlo. Cuando ya esté cocido, lo destapamos y lo aireamos con un tenedor.

Ponemos aceite en una cazuela, doramos los ajos cortados a láminas y los reservamos dentro del mortero. Enjuagamos las chirlas y las ponemos en la cazuela. Tapamos y esperamos que se abran. Las apartamos del fuego y  retiramos las valvas, reservando unas cuantas para la decoración.

Ponemos el arroz cocido en la cazuela, y también el alga cortada a trocitos. Añadimos las chirlas y el jugo que hayan soltado. Picamos en el mortero los ajos, los diluimos con un poco de agua y los echamos al arroz, removiendo el conjunto. Un minuto más y ¡ylisto!

Para darle una buena presentación, ponemos en un plato un aro de cocina y lo llenamos de arroz. Nivelamos la superficie con el dorso de una cuchara, y ponemos las chirlas reservadas. Retiramos el aro con cuidado, y espolvoreamos el plato con perejil picado.




¿Y la sal? os preguntaréis quizá. Pues no ponemos, porque el agua de las chirlas y el alga ya le dan suficiente sabor.

Ingredientes (para 2 personas):

100 g arroz integral
300 g agua
1 trozo alga kombu
3 cucharadas aceite de oliva virgen extra
2 dientes de ajos
1/2 kg chirlas
 hojas de perejil




¡Es increíble el perfume de este Arroz integral con chirlas! Deja un recuerdo tan fantástico en nuestra memoria como la lectura de Chitra Banerjee Divakaruni,  Algo asombroso. Suma de Letras. Madrid, 2012.



Delicias de crema y fruta




Nuevo rico, chabacano y fanfarrón, ¡sí señor! Y es que de ninguna otra forma podemos describir al hortera de Trimalción, que nos ha invitado a cenar a su casa. Ya me podéis creer cuando os digo que ni la inmensa fortuna que tiene es suficiente para dar una pátina de distinción a su figura.

Hoy está dispuesto a sorprendernos y, por lo que veo, se ha propuesto hacernos reventar si es necesario. Sirve un plato tras otro sin parar cuando, de repente, ¡llega lo mejor de la fiesta!

Al son de la música entra el cocinero al comedor seguido de tres cerdas adornadas con bozales y campanillas y, cuando todos pensamos que comenzarán a representar una función, va el anfitrión y manda sacrificar la cerda más rechoncha.

No han pasado aún diez minutos y vemos que ya traen una fuente con un enorme cerdo. Muy enfadado, Trimalción se pone a gritar que es imposible cocinar un animal como ése en tan poco tiempo, y se precipita a apalear al pobre cocinero por no haber limpiado debidamente el cerdo, pues parece que esta bestia está más gorda ahora que cuando se paseaba por la sala.

Escapándose de sus manos, se apresura el cocinero a abrir en canal el vientre del cerdo e inmediatamente empiezan a salir salchichas y morcillas a montones, provocando los aplausos de todos nosotros ante un prodigio tan sorprendente.

Nuevo rico, chabacano y fanfarrón, ¡sí señor! Pero ¡qué bien nos lo hemos pasado!




Hace unos días tuvo lugar la comida que cada año celebramos los vecinos de la calle Matas. Y, ¡pardiez, si nos lo pasamos bien! Allí cada uno trajo un plato para compartir, y estoy segura que los deliciosos manjares que llenaban la larga mesa de aquel encuentro no tenían nada que envidiar a los platos servidos en casa de Trimalción. Todo era casero, bien hecho y exquisitamente presentado. ¡En ningún restaurante hubiéramos  comido mejor!

Como a  nosotros nos tocó llevar el postre, decidí hacer la Tarta corona de chocolate que tanto nos gusta en casa, y estas Delicias de crema y fruta que hoy os presento.

Si os han llamado la atención, animaos a hacerlas porque -al contrario de lo que pueda parecer-  su preparación no es nada difícil.




Primero forramos una fuente de horno con papel, ponemos encima una lámina de hojaldre y la dividimos en 4 tiras de 6'5x25 cm. Las separamos un poco para que no se toquen, las pinchamos con un tenedor y las cubrimos con más papel. Para evitar que la pasta se hinche, ponemos encima otra bandeja de horno, y la horneamos durante 1/2 hora, o hasta que las tiras cojan un color dorado. Las sacamos del horno y las dejamos enfriar.

 Para hacer la crema pastelera, ponemos la leche al fuego. Abrimos la vaina de vainilla de arriba abajo, rascamos las semillas con la punta de un cuchillo y las ponemos (vaina y semillas) dentro del cazo de la leche. Cuando rompa a hervir, apagamos el fuego y dejamos infusionar un rato.

Batimos las yemas con el azúcar hasta que blanqueen. Añadimos la maizena, removemos bien y vertemos la leche colada. Ponemos el cazo a fuego lento y no paramos de remover hasta que hierva. Cerramos el fuego, damos una buena batida a la crema y añadimos la nata, removiendo suavemente. Cubrimos la crema con film transparente y la dejamos enfriar.

Ponemos la crema dentro de una manga pastelera y cubrimos la superficie de las tiras de hojaldre, haciendo un zigzag para que quede más bonito.




Lavamos y cortamos las frutas y las distribuimos encima de la crema pastelera de la manera que más nos guste.

Diluimos al fuego la mermelada con un poco de agua durante 2 minutos. La colamos y con un pincel barnizamos todas las frutas.




Ingredientes (para 4 tiras de 6'5 x 25 cm):
 
1 lámina de hojaldre
500 ml leche
1/2 vaina de vainilla
3 yemas
80 g azúcar
45 g maizena
50 ml nata
fruta variada (kiwi, higos, uvas, fresas, plátano, frambuesas, melocotón, moras, physalis)
2 culleradas de mermelada de albaricoque




Y si, mientras gozáis con estas Delicias de crema y fruta, deseáis recordar la cena de Trimalción y otros peripecias de Encolpio, leed  Petronio, Satiricón .  Cátedra, 2006.