Helado de vainilla y chocolate





Francesco Procopio era el nieto preferido de su abuelo, quién sabe si porque al nacer le puso su propio nombre, o porque siempre le seguía los pasos compartiendo sus sueños.

Como pescadores que eran, pasaban horas y horas faenando en la barca familiar pero, una vez llegaban a tierra firme,  Francesco no se separaba nunca de su abuelo, observándolo con fascinación infantil.

En casa estaban acostumbrados a la nieve y a hacer sorbetes con miel y zumos de fruta. Por eso no se sorprendió cuando, a la muerte del abuelo, heredó la máquina que éste había ideado para hacer helados.

No paró hasta perfeccionarla y cuando estuvo seguro que hacía los mejores helados que había probado nunca, se fue a Francia, donde cautivó incluso al rey Luis XIV con aquellas maravillas presentadas en vasitos de cristal en forma de huevera.

Seguro que el corazón del abuelo Francesco -dondequiera que se encuentre- late lleno de admiración cuando siente que su nieto es considerado el padre del helado italiano.




Supongo que en el Restaurante Le Procope  deben servir unos helados buenísimos y no pienso dejar de probarlos cuando vaya a París, al tiempo que recuerdo la historia de Francesco -su fundador- y su abuelo. Pero mientras llega el día, mi Helado de vainilla y chocolate me hace tremendamente feliz, y no deseo cambiarlo por ningún otro.

Para hacerlo, empezamos calentando la nata con las semillas de vainilla, que obtendremos abriendo la vaina de arriba abajo y rascando las semillas con la punta de un cuchillo. Cuando la nata rompa a hervir, cerramos el fuego y la dejamos reposar 15 minutos.

Batimos la yema con el azúcar hasta que blanquee, añadimos la nata (que previamente habremos colado) y cocemos la crema al baño María durante 10 minutos, vigilando que la temperatura no supere los 80º. La tapamos con film y la dejamos enfriar. La ponemos en el congelador.

Al cabo de 1/2 hora rallamos el chocolate. Montamos la nata y le añadimos el chocolate. A continuación la mezclamos con la crema que tenemos en el congelador, y la volvemos a poner en el congelador.




Una hora más tarde, la batimos con cuidado y rellenamos los moldes en forma de corazón de Silikomart, y ponemos el palo de los helados. Cubrimos con film y guardamos en el congelador durante unas horas.




Así ya serían lo suficientemente buenos, pero los mejoraremos vistiéndolos de gala. Primero tostamos en una sartén las almendras para que cojan un punto de color, y luego fundimos el chocolate al baño María. Cuando ya no esté caliente, bañamos rápidamente los corazones hasta cubrirlos completamente, y esparcimos por encima la almendra granulada. Volvemos a poner en el congelador hasta el momento de servirlos.


Ingredientes (para 4 helados en forma de corazón de Silikomart):

100 ml nata
1/2 vaina de vainilla
1 yema
30 g azúcar glas
100 ml nata
50 g chocolate rallado

200 g chocolate
20 g almendra granulada.




No hay nada más difícil que hacer fotografías a un helado en época de máximo calor. En pocos días lo he hecho dos veces y, aunque no estoy nada contenta con las imágenes, sí os puedo decir que este Helado de vainilla y chocolate se delicioso.

Para hacer más llevaderas estas altas temperaturas, hoy os recomiendo un libro bien refrescante. Yasunari Kawabata, País de nieve. Emecé Editores, 2003.


Flan de calabacín con velouté de gambas




Había una vez en Filipinas un matrimonio que, a pesar de vivir pobremente, nunca había sufrido hambre gracias a los calabacines blancos que crecían en el jardín de su casa. Nada deseaban más que tener un hijo, pero parecía que los dioses -a quienes no habían dejado de rezar un solo día de su vida- no les querían conceder esta alegría.

Un día, sin embargo, cuando iban  a cortar un calabacín para comer, descubrieron un niño precioso en su interior. Por favor, tengan cuidado de no hacerme daño, les dijo el niño, dejándolos aún más atónitos.

La mujer fue al lago a buscar agua para bañarlo, y cuál no sería su asombro al ver que cada gota de agua que tocaba el cuerpo del pequeño se convertía en oro. Maravillados porque la fortuna finalmente les sonreía, pensaban que ya no podían ser más felices.

Al día siguiente la mujer volvió al lago y regresó con una jarra llena de agua que derramó sobre el niño, produciéndose el mismo prodigio que el día anterior. ¡Ya eran ricos y podían construirse una gran casa!

Al tercer día, la mujer quiso volver a bañar al niño, pero al dejar caer el agua sobre el cuerpo del pequeño, éste desapareció tan rápido como había venido a sus vidas,  y con él, todo el oro.

La codicia pudo más que la felicidad por la llegada de un hijo, y de nuevo volvían a ser pobres y a vivir sin lo que más habían deseado.





No sé si los calabacines de este cuento filipino son tan tiernos como los que cultiva mi hermano Ángel en su huerto, pero ¡seguro que no son ni la mitad de buenos! Con ellos he preparado este Flan de calabacín con velouté de gambas, que espero que os guste.

Si lo queréis hacer, tenemos que empezar preparando el caldo de gambas: ponemos una cucharada de aceite en un cazo y salteamos durante un minuto las gambas. Las pelamos, dejando la cola, y las reservamos.

Volvemos a poner el cazo al fuego con las cabezas, las pieles de las gambas y el agua, y lo hacemos hervir todo unos 10 minutos. Colamos y reservamos el caldo.

Encendemos el horno y lo ponemos a 160º. Cortamos los calabacines en trozos y los cocemos al vapor durante 10 minutos. Los trituramos bien hasta hacer puré. Batimos los huevos con la nata y añadimos el puré de calabacín. Ponemos sal, pimienta y nuez moscada, y removemos bien todos los ingredientes.

Llenamos 5 flaneras con la mezcla, las cubrimos con papel de aluminio y las ponemos a cocer en el horno al baño María durante 30 minutos. Antes de desmoldar los flanes los dejamos enfriar.

Mientras, preparamos la salsa de gambas poniendo en un cazo el aceite y la harina, que cocemos durante dos minutos sin dejar de remover. Añadimos primero el caldo caliente, lo removemos bien para que no haga grumos, y finalmente la nata. Lo dejamos cocer durante 10 minutos agitando con el batidor. Condimentamos con sal, pimienta y nuez moscada.

Desmoldamos los flanes y echamos por encima la salsa velouté. Ponemos alrededor de los flanes las gambas reservadas y decoramos con unas flores hechas con piel de tomate.




Ingredientes  (para 5 flanes):

500 g calabacín ecológico
3 huevos de agricultura ecológica
100 ml nata 35% m.g.
sal marina
pimienta negra recién molida
nuez moscada

Para la salsa de gambas:
1 cucharada aceite oliva virgen extra
10 g harina
125 ml caldo de gambas
100 ml nata 35% m.g.
sal marina
pimienta negra recién molida
nuez moscada

Para el caldo de gambas:
1 cucharada aceite oliva virgen extra
250 g gambas frescas de la costa
250 ml agua




Nos pasamos la vida buscando desesperadamente lo que pensamos que nos traerá la felicidad y, cuando por fin lo tenemos en las manos, no reaccionamos como deberíamos. Hoy os recomiendo la lectura de John Irving, Hasta que te encuentre. Tusquets Editores. Barcelona, ​​2006.

Con este Flan de calabacín con velouté de gambas participo en la propuesta que hacen Els fogons de la Bordeta   y  Xocolata desfeta    para   La recepta del 15   y que este mes está dedicada al calabacín.



Tapa de tomate y bacalao




Si alguna vez se había preguntado si era feliz, nunca había sido capaz de responder con sinceridad. Siempre le acechaban las dudas, y nada le era más fácil que imaginar decenas de situaciones ajenas y ponerse en el papel del protagonista, como quien cambia una pieza de un juego.

¿Era más feliz aquel que todavía veía el enamoramiento en los ojos de su pareja, tras años y años de convivencia? ¿El que llevaba a cabo un viaje largamente soñado, después de haberlo preparado con gran ilusión? ¿O la persona que podía llenar su tiempo haciendo lo que quisiera, una vez los hijos se habían hecho mayores y habían abandonado el nido familiar?

¿Quizá lo era más aquel que se enteraba de la victoria de una persona querida  en su lucha contra una terrible enfermedad? ¿O aquel que había sido afortunado con un premio de la lotería y por fin podía vivir sin miedo al futuro? ¿O el que se sentaba con los amigos en el sofá a mirar una película alquilada al tiempo que compartían un tazón de palomitas?

¿O quizás aquella persona que un día se levantaba por la mañana viendo que todos los achaques de su cuerpo habían desaparecido? ¿O la que vivía la dulce espera de un hijo, sintiéndolo crecer en su barriga? ¿O la que tenía un techo donde dormir cada noche y guarecerse cuando llueve?

Imaginaba todas las situaciones, interpretaba todos los papeles, y al final pensaba que ya era suficientemente feliz porque lo tenía todo. O simplemente quería creerlo, porque en realidad no tenía nada. Pero tampoco le hacía falta nada ...




Yo me siento a contemplar el pequeño huerto que tengo en un rincón del jardín y ¡ya me siento feliz!

Hoy haremos una receta fácil y sana, y con ingredientes de calidad. Los tomates y el pimiento son ecológicos y os puedo garantizar su excelencia porque los he cultivado yo misma, y han pasado del huerto al plato en menos de una hora.

El bacalao es también de una calidad superior porque es de ROYAL, marca que pertenece a Copesco-Sefrisa, empresa que lleva más de 150 años dedicada a la importación de auténtico bacalao pescado con anzuelo en las aguas más frías del Atlántico.

Para preparar esta Tapa de tomate y bacalao sólo hay que descabezar los tomates y quitarles parte de las semillas. A continuación les clavamos una brocheta o un palillo, y los rellenamos con bacalao desmigado y con un trozo de pimiento verde.

Terminamos la decoración poniendo encima del bacalao un poco de olivada, que habremos hecho en casa triturando unas aceitunas negras deshuesadas y aceite de oliva virgen extra.




Ingredientes:

tomates cherry pera
bacalao desmigado Royal
pimiento verde italiano
olivada casera


Y mientras esta Tapa de tomate y bacalao alegra cualquier mesa de verano, sed felices leyendo Kate Morton, El jardín olvidado. Editorial Suma de letras. Madrid, 2010.