Barcas de calabacín rellenas de verdura




Los invitados reían, la música sonaba por todo el barco y todo el mundo quería brindar por la felicidad de la pareja. El capitán Simon Reed se acababa de casar y, a pesar de la antigua superstición de los marineros que deía que viajar con la esposa daba mala suerte, él se había embarcado en febrero de 1748 a bordo del Lady Lovibond con Annette rumbo a Oporto. 

El primer oficial también estaba secretamente enamorado de la joven esposa del capitán y a cada celebración de la pareja, el corazón de John Rivers, corroído por los celos, urdía la peor de las venganzas. Así fue como, escondido bajo las sombras de la noche, mató el timonel dándole un golpe en la cabeza con una barra de hierro y acto seguido cambió el rumbo del barco dirigiéndolo hacia las Goodwin Sands, traidor banco de arena causante de innumerables naufragios. 

La sacudida repentina de la nave detuvo de inmediato la música, mientras los gritos de miedo y desesperación llenaban cada rincón del barco. Al tiempo que la nave se hundía, por todas partes resonaba la alegría estrepitosa de John Rivers celebrando el éxito de su revancha. 

Desde entonces, cada cincuenta años, cuando llega el 13 de febrero, el Lady Lovibond surge del fondo de las aguas y se pasea como un fantasma junto a las barcas que navegan por el Canal de la Manga.




Hace unos días La Tavella  me hizo llegar una cesta de fruta y verdura 100% ecológica, de proximidad, y con compromiso social. Y es que La Tavella es una iniciativa empresarial cuyo objetivo es integrar social y laboralmente personas con discapacidad intelectual y trastorno mental severo a través de la recuperación de la agricultura tradicional. 

En la cesta había un manojo de acelgas, una lechuga, 2 pepinos, 2 berenjenas, cebollas secas, tomates de ensalada, 2 mazorcas de maíz, manzanas Royal Gala, peras Conference e higos. Había también media docena de huevos ecológicos de gallinas criadas en corrales al aire libre y un bote de tomate triturado de agricultura ecológica. 

Puse todos estos productos dentro de una cesta de cáñamo y la verdad es que hacían mucho gozo. Y enseguida pensé que podía preparar unas Barcas de calabacín rellenas de verdura. ¿Os animáis a hacerlas? 

Empezamos cortando los calabacines por la mitad y cociéndolos al vapor unos 12 minutos. Con una cuchara los vaciamos y los ponemos boca abajo en un plato para que suelten toda el agua. 

Cortamos la cebolla a dados y la cocemos a fuego suave hasta que esté transparente con 2 cucharadas de aceite y el ajo, cortado también muy pequeño. Entonces añadimos el pimiento y la berenjena, también en dados, y los salteamos. Ponemos la pulpa de los calabacines cortada en trocitos, una cucharada de tamari y hojas de tomillo fresco. 

Salpimentamos los calabacines, los rellenamos con la mezcla de verduras y  esparcimos por encima las almendras laminadas. Los ponemos a gratinar en el horno, precalentado a 180º, hasta que la almendra empiece a estar dorada.




Ingredientes (para 2 personas):

2 calabacines
2 cucharadas aceite de oliva virgen extra
1 cebolla
1 ajo
120 g pimiento rojo
100 g berenjena
1 cucharada tamari
2 ramitas tomillo fresco
1 cucharada almendra laminada
sal
pimienta recién molida




Aparte de buenas, no me negaréis que estas Barcas de calabacín rellenas de verdura tienen una presencia muy bella. Estoy convencida de que habrían complacido el paladar del capitán Simon Reed y de todos los que viajaban a bordo del Lady Lovibond

Hoy no os recomiendo ninguna lectura, sino la audición de una de las canciones más bonitas que existen: Veles e vents, basada en un poema de Ausiàs March y  con la voz de Raimon.


Coulant de chocolate con crema inglesa




Dirías que son unos vagos, éstos, siempre arriba y abajo sin perder la sonrisa pícara de quien se cree afortunado. Con su juguete entre las piernas, no se pierden ninguna fiesta. Y, aunque algunos piensen que sólo son chatarra, pardiez,  ¡menudos juguetes! ¡La envidia de toda la comarca!

No conocen el miedo, y ninguna tormenta ni el sol más abrasador los aleja de las aventuras más audaces. Como las criaturas, no ven el peligro en ninguna parte y todo lo que es imposible a nuestros ojos resulta en sus manos una dulce peripecia.

Son tan presumidos que inmortalizan cada proeza con mil fotografías, escondiendo la barriga, si es necesario, y mostrando su mejor rostro, sin importarles un bledo los arañazos del día ni los litros de sudor que chorrean por su cuerpo.

Son los nuevos aventureros, los dueños de nuestras cumbres y los reyes de la bici. Siempre dando un paso adelante sin abandonar al compañero que se esfuerza atrás. Incansables, fuertes, simpáticos ... y ¡buenas personas!





Ayer sorprendí estos héroes de la bici con un avituallamiento en Les Fonts de Rellinars. Los deberíais haber visto comiendo como gigantes hambrientos! Y agradecidos como son, correspondieron a mi sencillo tentempié con comentarios muy halagadores.

Tajadas de sandía y melón se convirtieron en el mejor de los postres para saciar la sed, pero me hubiera gustado haberlos sorprendido con alguna de mis preparaciones. Estoy segura que este Coulant de chocolate con crema inglesa habría sido el mejor de los regalos. ¡Os los dedico, chicos!

Y si vosotros también los queréis hacer, ya podéis tomar nota.

Empezamos preparando la crema inglesa, batiendo las yemas con el azúcar hasta que blanqueen. Vertemos poco a poco la leche caliente, mientras vamos removiendo con el batidor. Añadimos la vaina de vainilla abierta de arriba abajo y ponemos el cazo a fuego muy suave. Vamos removiendo mientras vigilamos que la temperatura no pase de los 80º. En ningún caso debe hervir, y cuando la crema empiece a espesar, ya podemos sacarla del fuego.

La colamos y la ponemos en un bol, que rodearemos de cubitos para que la crema enfríe rápidamente, mientras la vamos removiendo.

Para hacer los coulants, encendemos el horno y lo ponemos a 230º. Preparamos primero los moldes de esta manera: cubrimos una fuente con papel de horno y ponemos encima un aro de cocina, que forraremos  también con una tira de este papel, un dedo más alto que el aro.




Y, para que la preparación no salga por la base, la rodearemos con más papel y lo ataremos con un cordel.




Fundimos al baño María el chocolate y, fuera del fuego, añadimos la mantequilla. Batimos los huevos con el azúcar, añadimos primero el chocolate y luego la harina y la levadura.

Vertemos dentro de los moldes la mitad de la preparación. Cortamos el chocolate en 3 trozos y los ponemos dentro de los moldes. Los cubrimos con el resto de la masa, y los horneamos 10 minutos.

Sacamos el papel y el aro del coulant y lo ponemos en el plato. A continuación vertemos la crema y espolvoreamos encima del coulant el azúcar glas. Decoramos con unas hojas de menta y una flor de pepino.




Ingredientes (para 3 coulants de 10 cm de circumferencia):

Para la crema inglesa:
1/4 l leche
2 yemas
40 g azúcar
1/4 beina de vainilla

Para los coulants:
100 g chocolate
50 g mantequilla
3 huevos
60 g azúcar
30 g harina
1 cucharada levadura
100 g chocolate

Para decorar:
1 cucharadita de azúcar glas
hojas de menta
3 flores de pepino




Creo que para acompañar este Coulant de chocolate con crema inglesa ningún libro hay más apropiado que Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros, de John Steinbeck. EDHASA, 2003.

De los nobles caballeros, ya os he hablado en el encabezamiento de este post. Y si os preguntáis quién es el rey que los guía por las cumbres de nuestra tierra, dándoles con su ejemplo el coraje necesario cuando las fuerzas empiezan a menguar, aquí lo tenéis: Diesel es su nombre en el campo de batalla.


Con este Coulant de chocolate con crema inglesa participo en la proposta que hacen Els fogons de la Bordeta   y  Xocolata desfeta    para   La recepta del 15   y que este mes está dedicada al chocolate.





Tarta de manzana




¡La he matado! ¡Sí, la he matado! ¡A mi mujer, la madre de mis hijos, mi vida! He descuartizado su cuerpo y lo he arrojado al río porque no merecía mejor suerte! La he matado por adúltera y por mala mujer. ¿Qué otra cosa podía hacer, sino?

Yo, que amándola con locura y viendo con gran dolor  que una enfermedad la iba debilitando cada día más, removí cielo y tierra para saber dónde podía encontrar aquellas manzanas que tanto le gustaban y podérselas ofrecer. Quince días he estado lejos de casa y no he regresado hasta haber conseguido tres piezas ... ¡Las manzanas más sabrosas del mundo!

El corazón me ha dado un vuelco cuando he visto esta mañana cerca de su casa un joven apuesto que corría con una manzana en las manos, una manzana tan idéntica a las mías que parecía  arrancada del mismo árbol, y no me he resistido a preguntarle de dónde la había sacado.

¡El muy canalla va y me dice con una sonrisa de pícaro que la había cogido de casa de su amante, a quien el infeliz de su marido se la acababa de regalar! He ido corriendo a casa como un poseso y, tras comprobar quee, efectivamente, sólo quedaban dos, he preguntado a mi mujer dónde estaba la tercera manzana.

Ella no ha sabido qué responder, y he notado en seguida su turbación. La sangre me ha subido a la cabeza y he hecho una locura ... Debería haber salido tras del bribón, pero en lugar de eso he ido a la cocina y he cogido un cuchillo ... ¡Oh, Cielos! Como explicaré ahora a mis hijos dónde está su madre? ¿Qué les diré cuando pregunten por ella?  Pero ... veo que el mayor está llorando. ¿Habrá visto la atrocidad que acabo de cometer?

- Hijo, ¿qué tienes? ¿Por qué lloras?

- ¡Es que me ha pasado algo horrible, papá! He cogido una de las manzanas de  mamá y la he sacado a la calle para verla mejor, pero ha venido un chico muy, muy alto, me ha dado una colleja y ¡me la ha robado! Le he suplicado que me la devolviera, que era un regalo que tú habías hecho a mamá porque estaba enferma, pero se ha ido corriendo sin hacerme caso ... ¿Qué le diré ahora a  mamá cuando pregunte dónde está la manzana que falta?




Las manzanas de esta tarta no están envueltas de una historia tan triste como la que os acabo de contar, pero os puedo decir que han venido directas del huerto de mi padre a nuestra mesa. Y estoy segura que son tan sabrosas como las que provocaron aquella desgracia.

Si os ha llamado la atención esta Tarta de manzana, y os gustaría hacerla, seguid simplemente mis indicaciones.

Empezamos preparando el relleno. Ponemos las manzanas, peladas y sin el corazón, dentro de una olla con el agua, el azúcar y la canela, y las cocemos 15 minutos o hasta que veamos que las manzanas están  blandas. Las ponemos en un plato y esperamos que enfríen un poco.

Encendemos el horno y lo ponemos a 180º. Forramos un molde redondo desmoldable con la lámina de hojaldre, haciendo con los dedos un borde ondulado. Pinchamos la base con un tenedor para que no se hinche, y vertemos la manzana cocida.




Sacamos el corazón a las otras manzanas y las cortamos -sin pelarlas- en láminas de 1/2 cm. Las repartimos en forma circular por toda la superficie, esparcimos el azúcar por encima y horneamos la tarta durante 1/2 hora o hasta que haya cogido un color dorado. La dejamos enfriar.




Trituramos las dos mitades de melocotón con su almíbar. Cocemos este puré a fuego suave hasta que empiece a espesar. A continuación lo vertemos de manera uniforme sobre el pastel ayudándonos, si es necesario, de un pincel.




Ingredientes (para a un molde de 25 cm de diámetro):

1 lámina de hojaldre
1250 g manzanas ecológicas
2 cucharadas de agua
50 g azúcar
1 canela en rama

700 g manzanas ecológicas
2 cucharadas de azúcar

2 mitades de melocotón en almívar
100 ml almívar




La historia que encabeza esta Tarta de manzana está basada en el cuento de Las tres manzanas, de Las mil y una noches. Volumen I, noche 18. Cátedra, 2007. ¿No es una buena ocasión para releer algunos de los cuentos que han llenado los primeros años de nuestra vida de aventuras fantásticas?