La señora Lola nunca sale de casa sin haberse mirado en el espejo como mínimo una docena de veces. Y, aunque ningún vecino la haya visto sin maquillar, ni con un mechón de pelo fuera de lugar ni sin conjuntar la ropa, ella nunca está lo suficientemente segura de ir perfecta.
No lo hace por presumir, ni porque se sienta observada ni siquiera para recibir alabanzas o palabras de admiración, porque le importa un comino lo que piensen los demás. Lo hace por ella, para sentirse bien, porque siempre le ha gustado estar rodeada de armonía y no podría vivir sin un equilibrio impecable entre su cuerpo y su atuendo.
Pero esta labor que siempre ha hecho maquinalmente con ágil complacencia, con el paso de los años se ha vuelto más y más pesada hasta el punto que ahora, a sus ochenta y tres años, le supone un esfuerzo gigantesco. Sus manos temblorosas se han empeñado en no hacer nada bien y no le queda más remedio que invertir mucho tiempo en rehacer lo que parece que ellas se niegan a cumplir correctamente.
Nunca antes había pensado en ella, pero desde hace unos meses reconoce que le da miedo la muerte, y no porque represente el fin de sus días, sino porque no está completamente segura que sus hijos satisfagan sus designios. Ha dejado por escrito tal como le gustaría dejar este mundo y no quisiera que después de toda una vida buscando la armonía, su último aliento no fuese acompañado del equilibrio que tanto había anhelado.
No lo hace por presumir, ni porque se sienta observada ni siquiera para recibir alabanzas o palabras de admiración, porque le importa un comino lo que piensen los demás. Lo hace por ella, para sentirse bien, porque siempre le ha gustado estar rodeada de armonía y no podría vivir sin un equilibrio impecable entre su cuerpo y su atuendo.
Pero esta labor que siempre ha hecho maquinalmente con ágil complacencia, con el paso de los años se ha vuelto más y más pesada hasta el punto que ahora, a sus ochenta y tres años, le supone un esfuerzo gigantesco. Sus manos temblorosas se han empeñado en no hacer nada bien y no le queda más remedio que invertir mucho tiempo en rehacer lo que parece que ellas se niegan a cumplir correctamente.
Nunca antes había pensado en ella, pero desde hace unos meses reconoce que le da miedo la muerte, y no porque represente el fin de sus días, sino porque no está completamente segura que sus hijos satisfagan sus designios. Ha dejado por escrito tal como le gustaría dejar este mundo y no quisiera que después de toda una vida buscando la armonía, su último aliento no fuese acompañado del equilibrio que tanto había anhelado.
La Mona que he hecho este año tiene una cobertura tan perfecta que no necesita demasiados adornos para hacerla más bonita, y no sirve para esconder ningún defecto en su interior, sino un cuerpo suave, blando e irresistible para cualquier chooco- adicto.
Si os ha gustado esta Mona armonía dorada y os gustaría hacerla (sin los huevos podría ser una buena tarta de cumpleaños), basta con seguir estos pasos:
Para el bizcocho:
- Untamos con mantequilla un molde redondo de 26 cm y lo enharinamos ligeramente. Encendemos el horno a 180º. Fundimos al baño María el chocolate, después añadimos la mantequilla en trozos y vamos removiendo hasta que se haya integrado bien. Aparte, montamos las claras a punto de nieve con una pizca de sal.
- Batimos las yemas con el azúcar hasta que blanqueen, añadimos el chocolate, removiendo bien con un batidor de mano. Añadimos la harina mezclada con la levadura pasadas previamente por un tamiz y, finalmente, las claras a punto de nieve, vigilando de incorporarlas poco a poco para que no pierdan consistencia. Vertemos la mezcla en el molde y la horneamos durante 35 minuto
Si os ha gustado esta Mona armonía dorada y os gustaría hacerla (sin los huevos podría ser una buena tarta de cumpleaños), basta con seguir estos pasos:
Para el bizcocho:
- Untamos con mantequilla un molde redondo de 26 cm y lo enharinamos ligeramente. Encendemos el horno a 180º. Fundimos al baño María el chocolate, después añadimos la mantequilla en trozos y vamos removiendo hasta que se haya integrado bien. Aparte, montamos las claras a punto de nieve con una pizca de sal.
- Batimos las yemas con el azúcar hasta que blanqueen, añadimos el chocolate, removiendo bien con un batidor de mano. Añadimos la harina mezclada con la levadura pasadas previamente por un tamiz y, finalmente, las claras a punto de nieve, vigilando de incorporarlas poco a poco para que no pierdan consistencia. Vertemos la mezcla en el molde y la horneamos durante 35 minuto
-Para la ganache:
- Hacemos hervir la nata con el azúcar, retiramos el cazo del fuego y vamos añadiendo el chocolate hasta que se haya fundido. Una vez fría, tapamos la ganache con film y la ponemos en la nevera durante unas horas.
Para la cobertura:
- Calentamos la nata, la retiramos del fuego y añadimos el chocolate troceado. Removemos hasta que se haya fundido. Añadimos la mantequilla y mezclamos hasta integrarla bien.
P
Para los nidos de chocolate blanco:
- Deshacemos al baño María el chocolate y con un pincel pintamos el interior de unos moldes de papel rizado. Dejemos que se endurezca, y repetimos la operación 3 o 4 veces más hasta que tengamos el grosor deseado.
Montaje:
- Partimos horizontalmente el bizcocho por la mitad y repartimos la mermelada por encima de una mitad. Ponemos la ganache dentro de una manga pastelera y, comenzando por la parte más exterior, vamos cubriendo toda la mermelada. Tapamos con la otra mitad.
- Con el chocolate de la cobertura, cubrimos con una capa fina toda la tarta. Dejamos reposar. Volvemos a dar otra capa a los lados y la vamos alisando con una espátula. Debemos repetir esta operación las veces que sea necesario hasta tener unas bordes lisos. Ahora hacemos lo mismo con la parte de arriba, vigilando de no ensuciar los lados. Se necesita un poco de paciencia, pero al final nos quedará una cobertura perfecta
.
- Distribuimos los nidos por la superficie, ponemos unas cuantas plumas amarillas y encima colocamos los huevos de chocolate.
Ingredientes (para un molde redondo de 26 cm):
Para el bizcocho:
- 5 huevos XL
- 150 g chocolate 70% cacao
- 100 g mantequilla
- 150 g azúcar
- 100 g harina
- 1/2 sobre de levadura
- 1 pizca de sal
- 250 ml nata 35% m.g.
- 20 g azúcar lustre
- 200 g chocolate 70% cacao
- 280 ml nata 35% m.g.
- 200 g chocolate 70% cacao
- 40 g mantequilla
- 100 g de mermelada de albaricoque
- 150 g chocolate blaco
- 8 ous de chocolate
- plumas amarillas
La señora Lola posee una belleza natural, serena y elegante. Lo mismo podríamos decir de esta Mona armonía dorada: no nos cansábamos de observarla en todo su esplendor y, una vez la probamos, ¡todo eran elogios! Era una Mona, pero cambiando los adornos podría convertirse en la tarta perfecta para celebrar un cumpleaños.
Para acompañar este manjar tan irresistible hoy os recomiendo la lectura de Renée Knight, Observada. Salamandra. Barcelona, 2015.
Para acompañar este manjar tan irresistible hoy os recomiendo la lectura de Renée Knight, Observada. Salamandra. Barcelona, 2015.
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