Crema de guisantes Berasategui



Lisa es una niña muy vivaracha. Tiene ocho años y una imaginación desbordante. Habla con los animales y debe ser cierto que la entienden porque es la única persona a quien haceb caso, la siguen a todas partes y obedecen todas sus órdenes. La oca Queta, el gato Mix, el perro Dog y la yegua Flor son sus mejores amigos.

Le gusta la vida rural porque puede estar todo el día al aire libre, corriendo por los campos y trepando por los árboles, ya sea para hartarse de cerezas o coger los higos más dulces. Cuando el sol pega fuerte y a sus padres les gustaría que hiciera la siesta, ella se sienta en el regazo del roble que preside la entrada de la finca y lee los libros que el bibliobús le ha dejado en préstamo.

Es una gran devoradora de libros y presume de haber leído más de cincuenta el último año. Y, aunque sus preferidos son los que tienen animales como protagonistas, no oculta su debilidad por los cuentos de héroes y princesas.

Es consciente, sin embargo, que las princesas bobaliconas de los cuentos, de rubios tirabuzones y vestidos preciosos no existen y está convencida de que algún día ella escribirá historias de chicas fuertes y valientes, de espíritu aventurero y carácter decidido. De las que no tienen miedo de cruzar un río en medio de la selva o cabalgar a lomos de un elefante, huyendo de monos chillones.

Cuando llega la primavera Lisa se esconde entre las matas de guisantes y se harta de los frutos más tiernos. Y ríe, pícara, pensando en la princesa del cuento que es capaz de quejarse del dolor de espalda provocado por un guisante escondido bajo diez colchones, pero no de la dificultad de dormir sobre un bulto tan grande.




Se los conoce como perlas del Maresme, y también como caviar verde, pero la verdad es que los guisantes, con su sabor dulce y su color verde intenso son un manjar cuando se consumen muy tiernos. Como estos que veis, cultivados en mi huerto, la joya de mi casa. Estos son los últimos de la temporada y se merecían un buen homenaje.

La receta de hoy es una versión de la Crema de guisantes congelados de Martín Berasategui, en la que he sustituido los guisantes congelados por frescos. Son tan tiernos que dudo que la princesa del cuento les hubiera notado bajo el montón de colchones en que durmió aquella noche en palacio, resguardándose de la lluvia.




Si os ha llamado la atención esta Crema de guisantes Berasategui y os gustaría hacerla, basta con seguir estos pasos:

- Pelamos y cortamos la cebolla en brunoise, y la pochamos en una olla con el aceite durante 4 minutos a fuego suave, evitando que coja color. Añadimos los guisantes y los dejamos sudar durante 2 minutos. Vertemos el caldo caliente y mantenemos la ebullición durante 7 minutos.

- Salpimentamos, trituramos con el túrmix y pasamos la crema por el chino.

- Ponemos en el plato huevos de codorniz partidos por la mitad (que previamente habremos cocido durante 5 minutos en agua hirviendo y después remojado en agua fría para poderlos pelar mejor), puntas de espárrago (cocidas 2 minutos al vapor), y trozos de queso fresco. Vertemos por encima la crema.




Ingredientes (para 4 personas):
  • 700 g guisantes tiernos sin vaina*
  • 700 g caldo casero de pollo y verduras* (o de verduras, para vegetarianos)
  • 3 cucharadas de aceite de oliva virgen extra
  • sal marina*
  • pimienta negra recién molida*
Para acompañar:
  • 16 puntas de espárragos verds
  • 8 huevos de codorniz
  • 16 dados de queso fresco tipo Burgos 

Todos los ingredientes marcados con (*) son procedentes de la agricultura ecológica.




Con esta receta participo en el reto de COOKING THE CHEF. Este grupo de entusiastas de la cocina propone cada mes un chef en quien podamos inspirarnos para preparar nuestra receta, y esta vez el reto está dedicado al chef Berasategui, uno de los mejores cocineros del mundo, galardonado con 7 estrellas Michelin, las mismas que nuestra cocinera Carme Ruscalleda.


Para acompañar esta Crema de guisantes Berasategui, preparada con las perlas verdes de mi huerto, os recomiendo la lectura de La perla, de John Steinbeck. Edhasa (Colección Novela). Barcelona, 2002.


Merluza con espinacas Chakall



Clara es bibliotecaria y siente pasión por los libros. Tiene la casa llena, y los enseña con el mismo cuidado que un joyero cuando muestra las piezas a un cliente. Cada rincón tiene su historia, cada estante descubre una etapa de su vida. Los tiene todos clasificados, bien alineados y sin polvo. Pero hay uno guarda un secreto de Clara. Y ella no sabe cuál es.

Hace muchos años, cuando comenzó a trabajar, sus compañeras eran mujeres grises, serias y de edad indefinida que emulaban el trabajo de un guardia civil, siempre prohibiendo, siempre mirando de reojo y frunciendo el ceño cuando alguien perturbaba el silencio.

Ella revolucionó la biblioteca, abriendo las ventanas para que entrara la luz del sol, y dejando que los niños manosearan los libros tanto como les apeteciera.

Como era de esperar, enseguida se creó un círculo de seguidores de Clara. Todos la adoraban, los niños la miraban embobados y sus padres alababan sus cualidades y su simpatía. A veces recibía notas anónimas en que le declaraban su amor, otras veces eran dibujos divertidos donde la pintaban rodeada de libros, de monstruos o de letras.

Un día recibió una carta que la entristeció. Era la nota de alguien que le decía que su conducta era ridícula y ella  una ingenua porque no se daba cuenta de que todos la adulaban como a aquel rey al que nadie se atrevía a decir que iba desnudo. No quiso saber quién le podía haber escrito esa carta tan desagradable, pero no la rompió. La guardó dentro de un libro y la dejó en olvido.

Ahora que ya se acerca a la edad de jubilación, le gusta poner en orden los momentos de su vida. Y, cuando esta mañana le ha llegado el recuerdo repentino de aquel hecho, se ha puesto a buscar aquella carta que sólo había leído una vez, pero -por más que lo ha buscado-, no la ha encontrado. ¿Qué ha sido del libro encargado de esconder las cosas del pasado?




Este plato también esconde cosas, porque bajo la capa verde de las espinacas más tiernas de mi huerto encontraremos un lomo de merluza realmente delicioso.

Si os ha gustado esta Merluza con espinacas Chakall y os gustaría prepararla, basta con que sigáis estos pasos:

Para la salsa bechamel:
- Ponemos la mantequilla al fuego y cuando se haya fundido, ponemos la harina. Removemos vigilando que no se queme y la dejamos cocer 2 minutos. Añadimos la leche caliente y removemos bien para que no haya grumos. Ponemos un poco de nuez moscada, pimienta negra y sal, y la dejamos cocer unos minutos más.




Para las espinacas:
- Ponemos unas gotas de aceite en la sartén con el ajo laminado y, vigilando que no se queme, lo dejamos que se dore. Añadimos la cebolla cortada en brunoise, y la dejamos pochar. Añadimos las espinacas, subimos el fuego y les damos unas vueltas, mirando que no suelten agua y no pierdan su color verde. Condimentamos con sal.

Para el merluza:
- Calentamos la plancha, ponemos unas gotas de aceite y los lomos de merluza ligeramente salados. Los cocemos primero por el lado que no tiene piel, y luego por la otra. Deben quedar cocidos pero no secos.

Montaje del plato:
- Ponemos la merluza en el plato, encima las espinacas y cubrimos con una capa de salsa. Decoramos con unos brotes de col lombarda.




Ingredientes (para dos personas):
  • 2 lomos de merluza fresca sin espinas de unos 200 g*
  • 200 g espinacas tiernas*
  • 1 cebolla tierna*
  • 15 g mantequilla
  • 15 g harina
  • 200 ml leche
  • 1 cucharadita aceite de oliva virgen extra
  • pimienta negra recién molida*
  • nuez moscadarecién molida
  • sal marina*
  • brotes de col lombarda
Todos los ingredientes marcados con (*) son procedentes de la agricultura ecológica.





Con esta receta participo en el reto de COOKING THE CHEF. Este grupo de entusiastas de la cocina propone cada mes un chef en quien podamos inspirarnos para preparar nuestra receta, y esta vez el reto está dedicado al chef Chakall de quien no había oído hablar hasta ahora.

Pero me ha gustado. Es guapo, tiene unos ojos de un color azul impresionante y cocina de maravilla con cuatro ingredientes, sin complicarse mucho la vida. Si algo sorprende de él es que siempre cocina con un turbante en la cabeza.

El libro de Clara ha escondido durante todos estos años un secreto que ella quería silenciar. ¿Esconde alguna cosa el turbante del chef Chakall?

Para acompañar esta Merluza con espinacas Chakall os recominedo el libro de Agnès Rotger, El secreto de mi turbante.  Editorial Planeta. Barcelona, 2010.



Pastel de frambuesas y fresas



Por fin lo he dejado. Ya sé que me lo habíais dicho miles de veces, que este chico no me convenía, que no era agua clara, que no me podía fiar de él, pero ... ¿qué queréis? ¡Me había enamorado de él hasta los huesos! Y ... aunque todavía le amo, no quiero tenerlo cerca de mí. Lo he tachado con una cruz y lo he echado de mi vida. Esta vez de verdad, ¡podéis estar seguros!

No me gustan las mentiras, y él es un gran maestro en este arte. ¡Que engañada me tenía cuando nos conocimos por internet! Entonces supo ganarme con palabras melosas y disfrazando su vida aburrida con actos heroicos que me dejaban boquiabierta. El muy sagaz dotó el trabajo anodino que hacía en un almacén de una aureola misteriosa que me tenía fascinada y, cuando supo mi edad, de golpe rejuveneció 10 años, de tantos que se quitó de encima.

Cuando empezamos a salir, poco a poco fui descubriendo la verdad, pero le perdoné todo porque pensaba que lo hacía por amor y para proporcionarme una vida de ensueño y fantasía. ¿Qué queréis? Yo sólo tenía 17 años y mi vida había sido tan insustancial hasta ese momento ... Y él me hacía sentir como una auténtica princesa!

Sí, podéis decírmelo, soy una tonta por haberle creído. Una boba que no se daba cuenta de nada. Pero ... abrí los ojos el día que me pidió la pulsera de oro. Sí, la de la abuela. Esto aún no os lo había contado, pero hace poco me confesó que necesitaba dinero ... y yo no me podía desprender tan fácilmente del único recuerdo que tengo de la abuela ... Y pienso que tal vez ella me ayudó a dar el paso definitivo.

Atrás queda una historia de amor basada en engaños y embustes que ha durado 5 años .... Y, aunque no os lo creáis, me siento más fuerte. ¡Ahora estoy segura que no me volverán a engañar!




Para hacer este pastelillo me he inspirado en la receta de Postre de merengue, bizcocho de frambuesas y fresas de la cocinera Carme Ruscalleda, publicada en el número 185 de la revista CUINA.

Esta receta me había llamado la atención por el color rojo intenso de su bizcocho y cuál no ha sido mi decepción al ver que -incluso poniendo un cincuenta por ciento más de polvo de frambuesas- queda de un color rosa pálido que ningún parecido tiene con el de la revista. En cierto modo, me siento tan engañada como la protagonista de la historia que encabeza esta receta.

Si a vosotros os ha gustado este Pastel de frambuesas y fresas y os gustaría hacerlo, basta con que sigáis estas indicaciones:

Para el bizcocho de frambuesa:
- Encendemos el horno y lo ponemos a 200º. Forramos una bandeja con papel de horno. Trituramos las frambuesas liofilizadas hasta convertirlas en polvo y lo pasamos por un colador fino para eliminar las semillas.

-Batimos los huevos con la almendra molida y el azúcar hasta que estén esponjosos. Montamos las claras con el azúcar y añadimos un poco a la preparación anterior. Incorporamos el polvo de frambuesa y la harina tamizada. Acabamos de añadir las claras incorporándolas con movimientos circulares suaves.

- Extendemos la mezcla sobre la bandeja formando un rectángulo de 21 x 30 cm y la horneamos 8 minutos.




Para las fresas:
- Llevamos un cazo al fuego con el agua y el azúcar y lo tenemos hasta que arranque el hervor. Dejamos enfriar este almíbar. Lavamos las fresas, les sacamos el pecíolo y las cortamos en rodajas de medio centímetro. Las reservamos con el almíbar en la nevera 1 hora.

Montaje:
- Cortamos el bizcocho en rectángulos de 4 x 7 cm. Montamos la nata con el azúcar y la ponemos en una manga pastelera.

- En un plato ponemos una lámina de bizcocho, encima una capa de rodajas de fresas y otra de nata. Cubrimos con otra lámina de bizcocho y otra capa de fresas. Y, si nos gusta mucho la nata, podemos terminar el plato con unas rosetas de nata.  




Ingredientes (para 10 pasteles):

Para el bizcocho:
  • 100 g huevos*
  • 65 g almendra en polvo*
  • 65 g azúcar
  • 85 g clara de huevo*
  • 15 g azúcar lustre
  • 40 g harina
  • 30 g polvo de frambuesas liofilizadas*
Para las fresas:
  • 1/2 kg fresas*
  • 100 g azúcar
  • 100 g agua mineral 
Para la nata:
  • 300 g nata 35% m.g.
  • 1 cucharada azúcar
Todos los ingredientes marcados amb (*) son procedentes de la agricultura ecológica.




Con esta receta participo en el reto de COOKING THE CHEF. Este grupo de entusiastas de la cocina propone cada mes un chef en quien nos podamos inspirar para preparar nuestra receta, y esta vez el reto está dedicado a nuestra cocinera más internacional, Carme Ruscalleda, la única mujer del mundo con 7 estrellas Michelin. Le gusta la cocina saludable, con ingredientes de la tierra y de temporada, y suele dar a sus platos un cierto tono poético.

Para acompañar este Pastel de frambuesas y fresas hoy os recomiendo la lectura de Philip Roth, Engaño. Seix Barral (Colección Biblioteca Formentor). Barcelona, 2009.

Mona armonia dorada



La señora Lola nunca sale de casa sin haberse mirado en el espejo como mínimo una docena de veces. Y, aunque ningún vecino la haya visto sin maquillar, ni con un mechón de pelo fuera de lugar ni sin conjuntar la ropa, ella nunca está lo suficientemente segura de ir perfecta.

No lo hace por presumir, ni porque se sienta observada ni siquiera para recibir alabanzas o palabras de admiración, porque le importa un comino lo que piensen los demás. Lo hace por ella, para sentirse bien, porque siempre le ha gustado estar rodeada de armonía y no podría vivir sin un equilibrio impecable entre su cuerpo y su atuendo.

Pero esta labor que siempre ha hecho maquinalmente con ágil complacencia, con el paso de los años se ha vuelto más y más pesada hasta el punto que ahora, a sus ochenta y tres años, le supone un esfuerzo gigantesco. Sus manos temblorosas se han empeñado en no hacer nada bien y no le queda más remedio que invertir mucho tiempo en rehacer lo que parece que ellas se niegan a cumplir correctamente.

Nunca antes había pensado en ella, pero desde hace unos meses reconoce que le da miedo la muerte, y no porque represente el fin de sus días, sino porque no está completamente segura que sus hijos satisfagan sus designios. Ha dejado por escrito tal como le gustaría dejar este mundo y no quisiera que después de toda una vida buscando la armonía, su último aliento no fuese acompañado del equilibrio que tanto había anhelado.




La Mona que he hecho este año tiene una cobertura tan perfecta que no necesita demasiados adornos para hacerla más bonita, y no sirve para esconder ningún defecto en su interior, sino un cuerpo suave, blando e irresistible para cualquier chooco- adicto.

Si os ha gustado esta Mona armonía dorada y os gustaría hacerla (sin los huevos podría ser una buena tarta de cumpleaños), basta con seguir estos pasos:

Para el bizcocho:
- Untamos con mantequilla un molde redondo de 26 cm y lo enharinamos ligeramente. Encendemos el horno a 180º. Fundimos al baño María el chocolate, después añadimos la mantequilla en trozos y vamos removiendo hasta que se haya integrado bien. Aparte, montamos las claras a punto de nieve con una pizca de sal.

- Batimos las yemas con el azúcar hasta que blanqueen, añadimos el chocolate, removiendo bien con un batidor de mano. Añadimos la harina mezclada con la levadura pasadas ​​previamente por un tamiz y, finalmente, las claras a punto de nieve, vigilando de incorporarlas poco a poco para que no pierdan consistencia. Vertemos la mezcla en el molde y la horneamos durante 35 minuto





-Para la ganache:
- Hacemos hervir la nata con el azúcar, retiramos el cazo del fuego y vamos añadiendo el chocolate hasta que se haya fundido. Una vez fría,  tapamos la ganache con film y la ponemos en la nevera durante unas horas.

Para la cobertura:
- Calentamos la nata, la retiramos del fuego y añadimos el chocolate troceado. Removemos hasta que se haya fundido. Añadimos la mantequilla y mezclamos hasta integrarla bien. P

Para los nidos de chocolate blanco:
- Deshacemos al baño María el chocolate y con un pincel pintamos el interior de unos moldes de papel rizado. Dejemos que se endurezca, y repetimos la operación 3 o 4 veces más hasta que tengamos el grosor deseado.

Montaje:
- Partimos horizontalmente el bizcocho por la mitad y repartimos la mermelada por encima de una mitad. Ponemos la ganache dentro de una manga pastelera y, comenzando por la parte más exterior, vamos cubriendo toda la mermelada. Tapamos con la otra mitad.

- Con el chocolate de la cobertura, cubrimos con una capa fina toda la tarta. Dejamos reposar. Volvemos a dar otra capa a los lados y la vamos alisando con una espátula. Debemos repetir esta operación las veces que sea necesario hasta tener unas bordes lisos. Ahora hacemos lo mismo con la parte de arriba, vigilando de no ensuciar los lados. Se necesita un poco de paciencia, pero al final nos quedará una cobertura perfecta .

- Distribuimos los nidos por la superficie, ponemos unas cuantas plumas amarillas y encima colocamos los huevos de chocolate.




Ingredientes (para un molde redondo de 26 cm):

Para el  bizcocho:
  • 5 huevos XL
  • 150 g chocolate 70% cacao
  • 100 g mantequilla
  • 150 g azúcar
  • 100 g harina
  • 1/2 sobre de levadura
  • 1 pizca de sal
Para la ganache:
  • 250 ml nata 35% m.g.
  • 20 g azúcar lustre
  • 200 g chocolate 70% cacao
Para la cobertura:
  • 280 ml nata 35% m.g.
  • 200 g chocolate 70% cacao
  • 40 g mantequilla
Otros:
  • 100 g de mermelada de albaricoque
  • 150 g chocolate blaco
  • 8 ous de chocolate
  • plumas amarillas



La señora Lola posee una belleza natural, serena y elegante. Lo mismo podríamos decir de esta Mona armonía dorada: no nos cansábamos de observarla en todo su esplendor y, una vez la probamos, ¡todo eran elogios! Era una Mona, pero cambiando los adornos podría convertirse en la tarta perfecta para celebrar un cumpleaños.

Para acompañar este manjar tan irresistible hoy os recomiendo la lectura de Renée Knight, Observada. Salamandra. Barcelona, 2015.


Alubias con coquinas




La pequeña Khaldiva sólo tiene seis años pero le han tomado la niñez que todo niño necesita. Nunca sonríe y tiene los ojos tristes. Hace tanto tiempo que se fue de casa que casi no recuerda ni los juguetes que dejó ni el color de las paredes de la escuela. Tiene frío y pesadillas cuando duerme. A veces incluso se la oye gritar en la oscuridad de la noche. 

Todo empezó el día en que, jugando en la calle con otros niños, su primo Alí cayó al suelo en medio de un charco de sangre. Una bala le había atravesado la cabeza sin que se pudiera hacer nada para salvarle la vida. Fue entonces cuando los padres de Khaldiva tomaron la decisión que hacía tiempo iban aplazando: coger cuatro cosas e iniciar un viaje que nunca habrían imaginado tan incierto. 

Les han robado el dinero, han caminado meses enteros bajo un sol abrasador y también pisando la nieve del frío invernal, sin tener garantizada la comida, durmiendo al raso y siempre con el alma en vilo porque allí donde llegaban eran recibidos con desprecio, con gases lacrimógenos, o con mangueras de agua. A menudo se han encontrado el camino cerrado con vallas repletas de cuchillas. Pero nada los detiene porque atrás sólo hay rastros de muerte. 

A Khaldiva le cuesta entender porque tuvieron que dejar su casa y aventurarse en un viaje tan largo y lleno de peligros. Qué diferente del verano que sus padres la llevaron a Tartús a ver por primera vez el mar, tan azul y tan inmenso. Aún tiene presentes los barcos alineados en el puerto con sus banderolas de colores, y las playas tranquilas que invitaban a pasear. 

Fue allí donde encontró la pequeña concha blanca acanalada con un agujerito en medio que su padre colgó de su cuello con una cadenita de oro. Es el único recuerdo que tiene de su vida en Siria, y se ha convertido en el símbolo de su peregrinación de pueblo en pueblo, a la espera que alguien los acoja con una sonrisa. Pero mientras no llega ese día, lleva esta concha bien escondida bajo el jersey para que nadie pueda quitársela.




De conchas hay de muchos tipos, pero hoy para hacer este plato usaremos las coquinas, un molusco de concha alargada y fina, muy apreciado por su sabor suave.

Si os ha gustado el aspecto de estas Alubias con coquinas y os gustaría hacerlas, basta con  que sigáis estas indicaciones:

- Lavamos bien las coquinas y las ponemos en remojo 2 horas en agua con sal. Aclaramos. Laminamos los ajos y troceamos los pimientos.

- Ponemos el aceite en un cazo, añadimos los ajos y los pimientos y, cuando los ajos empiecen a tomar color, agregamos las coquinas y dejamos que se abran. Retiramos los ajos, y eliminamos las valvas de las coquinas, dejando algunas para decorar.

- Vertemos las alubias y su agua, y las calentamos. Rectificamos de sal antes de emplatar. Decoramos con las coquinas reservadas y perejil picado.




Ingredientes (para 4 personas):
  • 800 g alubias de Santa Pau cocidas
  • 600 g de coquinas*
  • 2 pimientos verdes italianos* 
  • 2 dientes de ajo*
  • 4 cucharadas aceite de oliva virgen extra 
  • 400 ml agua de cocer las alubias
  • perejil*
  • sal marina*
  Todos los ingredientes marcados con (*) son procedentes de la agricultura ecológica.




Khaldiva se aferra a su concha para olvidar el infierno que viven todos los sirios que han tenido que huir de su casa. Y no sólo se les abandona a su suerte, sino que, además, se les pone delante todos los impedimentos necesarios para hacerles más duro el camino, ya bastante lleno de dolor y miseria.

Hoy para acompañar estas Alubias con coquinas os recomiendo la lectura de Szilárd Borbely, Los desposeídos. Literatura Random House. Barcelona, 2015


Volován de alcachofa y pota blava



¡Qué pareja más encantadora! declaran todos a la salida de la ceremonia al tiempo que arrojan pétalos de rosas. Los familiares de ambas partes están contentos y no pueden disimular su felicidad, aunque al principio les costó dar el consentimiento a una relación que se preveía complicada..

Ella, una joven de ojos verdes y corazón aterciopelado, siempre ha sido la reina de su casa, el ojito derecho de sus progenitores. Nació y se crió en el Delta, y seguramente el clima atemperado por la protección de las montañas y la acción marina del Mediterráneo forjaron en ella ese carácter dulce y suave que enamora a quienes la conocen.

Él es de pueblo, pero de casa buena. Un señorito a quien nunca faltó de nada. Deportista de élite, de cuerpo bien fibrado y mirada intensa. Un seductor por quien suspiran todas las chicas que volotean a su alrededor, pues allá a donde va, su belleza natural deja a todos boquiabiertos. Pero lo más admirable en él son su simpatia y el espíritu protector hacia los débiles.

Desde bien jóvenes ya habían coincidido en fiestas mayores, en actos organizados por el Ayuntamiento y en alguna feria gastronómica. Y, aunque se encontraban a gusto cuando estaban juntos y eran conscientes de la complicidad que había entre ellos, cada uno hacía su vida ajeno a los sentimientos que el otro abrigaba en su corazón.

Hasta que el encuentro casual organizado por un amigo común consiguió que pudiesen pasear unas horas bajo las estrellas al resguardo de cualquier mirada. Enseguida las confidencias dieron paso a miradas de amor, y en aquel estado de plena felicidad decidieron unir sus vidas y gozar del calor  de sus cuerpos para siempre.




Hace pocos días recibí esta invitación a un enlace muy original, como podéis ver. En realidad se trataba de la presentación de las   VII Jornades Gastronòmiques del Pota Blava i la Carxofa Prat, dentro del Març Gastronòmic 2016, organizado por la Asociación de Gastronomia y Turismo  (AGT) i el Ajuntamiento del Prat, y que tuvo lugar en  El 300 del Born.

Estas Jornadas -cuyo padrino es el chef con 5 estrellas Michelin Paco Pérez- dan la oportunidad de degustar menús elaborados con Pollastre Pota Blava y Carxofa Prat a 19 restaurantes del Baix Llobregat y, por primera vez, también en Berlín. Los restauradores se han basado en estos productos de km 0 para configurar un catálogo de platos que hacen de su cocina un signo distintivo de calidad.

En este acto nos obsequiaron con una gran variedad de tapas realizadas por los restauradores locales que deleitaron los paladares más exigentes.




Aunque nos regalaron un dossier con las recetas de los Menús Pota Blava y Alcachofa Prat de los restaurantes participantes en estas Jornadas, he preferido hacer una receta original, inspirándome en los dos protagonistas de estre enlace.

Si os ha gustado este Volován de alcachofa y pota blava, y os gustaría hacerlo, basta con seguir estas indicaciones:

Para hacer los volovanes:
- Cogemos una lámina de hojaldre y la dividimos en 4 trozos. En cada trozo cortamos un círculo de 8 cm. Pintamos con huevo batido los 4 trozos y los ponemos encima de la otra lámina, con la parte pintada hacia abajo para que se unan. Recortamos un corazón en los círculos que hemos sacado.

- Con un molde de 12 cm de diámetro hacemos unos bordes ondulados. Pinchamos con un tenedor el círculo central para evitar que se hinche durante la cocción, y pintamos toda la superficie con huevo batido, y también los corazones. Los guardamos en la nevera.




Para asar el pollo:
- Separamos el muslo y el sobremuslo, los palpimentamos y los asamos en una cazuela con el aceite, los ajos, las cebollas, el tomillo y el romero. Les damos la vuelta de vez en cuando para que queden dorados por todos los lados. Vertemos el coñac. Cocemos 15 minutos más. Apagamos el fuego y dejamos enfriar ligeramente.

- Quitamos la piel al pollo y cortamos la carne con unas tijeras. Reservamos.

Para la cocción de la alcachofa:
-   Cortamos las cebollas en juliana y las ponemos a pochar con un poco de aceite, evitando que cojan color. Eliminamos las hojas externas de las alcachofas y las cortamos por la mitad horizontalmente. Las cortamos en 8 trozos. Cuando la cebolla esté blanda, añadimos los trozos de alcachofa, el agua y el vino. Tapamos el cazo y dejamos cocer hasta que se haya evaporado todo el líquido y las alcachofas estén cocidas (unos 20-25 minutos).




Para la salsa:
- En un cazo ponemos la mantequilla y la harina, y vamos agitando con una espátula durante 2 minutos. Vertemos el caldo caliente y batimos con energía para conseguir una salsa sin grumos. La cocemos 5 minutos, añadimos la nata y dejamos cocer 5 minutos más. Salpimentamos. Añadimos los trozos de pollo y alcachofa, y lo mezclamos todo con cuidado. Reservamos.

Para montar el volován:

- Encendemos el horno y lo ponemos a  220º. Cuando esté caliente, volvemos a pintar con huevo los volovanes y los corazones, y los horneamos durante 10 minutos. Si el círculo central ha subido mucho, podemos recortarlo con un cuchillo. Calentamos la salsa.

- Rellenamos los volovanes con la salsa y los trozos de pollo y alcachofa, y los decoramos con los corazones.




Ingredientes (para 4 volovanes):
  • 2 láminas cuadradas de hojaldre
  • 1 huevo para pintar
Para asar el pollo:
  • 2 piernas de pota blava 
  • 2 cebollas tiernas
  • 4 dientes de ajo
  • 1 rama de tomillo y 1 de romero
  • aceite de oliva virgen extra
  • coñac de buena calidad
  • pimienta negra molida
  • sal marina
Para la cocción de la alcachofa:
  • 2 cebollas tiernas
  • 2 alcachofas Prat
  • aceite de oliva virgen extra
  • 100 ml agua mineral
  • 100 ml vino blanco de buena calidad
Para la salsa:
  • 35g mantequilla
  • 30 g harina
  • 250 ml caldo de pollo y verduras
  • 100 ml nata 35% m.g.
  •  pimienta negra recién molida
  • sal marina



Esperamos que el enlace de esta pareja tan encantadora (la joven Alcachofa Prat y el joven Pota Blava) sea el principio de una gran historia de amor y que durante muchos años mantenga encendida la llama de la felicidad.
Por eso hoy -para acompañar este delicioso Volován de alcachofa y pota blava- os recomiendo la lectura de La boda, de Nicholas Sparks. Roca Editorial. Barcelona, 2004.