¡Lo sabía! ¡Mamá sabía que Vladimir nos traería problemas! Ella había visto muchas películas y los rusos siempre eran los malos. ¡No había ninguno de bueno!
¿Qué se podía esperar, pues, de un hombre que se pasaba el día bebiendo vodka? ¿De un hombre frío y calculador que no mostraba nunca sus sentimientos? Evidentemente no se podía fiar ni una pizca de él. ¡Y quién sabe si es un espía y acabaremos pagándolo nosotras!
No entendía cómo mi hermana había podido enamorarse de un chico así. ¡Tantos jóvenes como había aquí! Y ya sólo faltaba que se fueran a vivir a su país, allí donde nuestro Señor perdió las alpargatas ...
El día de la presentación oficial de Vladimir tuvo lugar un Domingo de Pascua y nosotras ya teníamos preparada la Mona de chocolate para poder hablar de nuestras tradiciones. ¡Pero fue abrir la puerta y quedarnos asombradas!
Era imposible verle la cara porque venía cargado de regalos. Con una mano sujetaba los ramos de flores que traía para obsequiar a todas las mujeres de casa, y con la otra sostenía un paquete voluminoso, bien envuelto y decorado con un gran lazo, que escondía en su interior una especie de Mona de Pascua rusa que se llama kulich.
Todavía no nos habíamos repuesto de la sorpresa cuando volvimos a quedar maravilladas con los huevos duros que nos regaló, y que él mismo había pintado de color rojo, para desearnos una Feliz Pascua, mientras nos daba tres besos a cada una.
Nos costaba entenderlo porque hablaba deprisa mezclando el catalán, el inglés y el ruso, pero no abandonó la sonrisa en ningún momento. ¡Y no parábamos de reir!
-¡Qué chico más simpático! -dijo mamá, que ya no se separó en toda la tarde de su lado.
No hace falta que os diga que, diez años después, Vladimir aún sigue casado con mi hermana. Y aquí lo mezclamos todo, la Mona y el Kulich, los huevos de chocolate y los huevos duros pintados de color rojo. Y cuando mamá ve que hacen una película de espías rusos, cierra la tele y pone la radio. ¡Qué poco han viajado estos americanos!
En este blog tengo Monas diferentes a las que podéis encontrar en las pastelerías. Después de una Mona muy original, y de nuestra Valentina, este año os traigo una Mona típica de Rusia. Si este Kulich os ha cautivado tanto como a nosotros, ahora os explico la receta.
Encendemos el horno y lo ponemos a 35º. Deshacemos la levadura con agua tibia. En un bol mezclamos la harina con la sal, la leche tibia y la levadura disuelta. Tapamos el bol con un paño de algodón y lo ponemos dentro del horno durante 1 hora.
Mientras, vamos preparando el resto de ingredientes. Mezclamos el azafrán con el coñac, dejamos fuera de la nevera la mantequilla para que se ablande y cortamos la fruta confitada en trozos pequeños.
Batimos las yemas de huevo con el azúcar y los mezclamos con la pasta de levadura, la mantequilla y el resto de harina. Ponemos la masa dentro de la panificadora y la amasamos durante 15 minutos.
Añadimos las almendras, las pasas, la fruta confitada, la ralladura de limón, las semillas de vainilla y el azafrán con el coñac, y lo dejamos amasar todo junto 20 minutos más.
Montamos las claras a punto de nieve y las añadimos a cucharadas.
Forramos con papel de horno la base de un molde de 16 cm de diámetro. Como este kulich debe subir mucho y el molde sólo hace 8 cm de altura, hacemos una corona con 4 hojas de papel de horno de 16 cm de altura y la ponemos en el interior del molde.
Vertemos la masa, la tapamos con un paño de algodón y la ponemos en el horno durante 1 hora y media (o hasta que la masa haya doblado su volumen).
La sacamos del horno y subimos la temperatura a 175º. Cuando esté caliente, le retiramos el paño y la horneamos durante 55 minutos. Pasado este tiempo, sacamos el kulich del horno, y lo dejamos enfriar del todo antes de desmoldarlo.
Cuando ya está frío, mezclamos el azúcar con la nata y la esparcimos por encima, dejando que caiga algún chorreo por los lados. Y acabamos decorando con la fruta confitada.
Ingredientes:
25 g levadura fresca de panadero
60 ml agua
110 g harina de fuerza
1 pizca de sal
120 ml leche
1/4 cucharadita azafrán molido
1 cucharada coñac
3 yemas
170 g azúcar
170 g mantequilla
330 g harina de fuerza
40 g almendra cruda pelada y picada
50 g pasas de Corinto
50 g fruta confitada
2 cucharaditas ralladura de limón
1/2 vaina de vainilla
2 claras a punto de nieve
90 g azúcar molido con aroma de vainilla
5 cucharadas de nata
fruta confitada
Este kulich bien se merece la lectura de un autor ruso. Hoy os traigo Historia de un caballo, de Lev Tolstoi. Ediciones Siruela.
Con esta receta participo en el HEMC de este mes, que tiene como anfitriona a Mª Luz del blog Hoy no sé qué cocinar, y que ha propuesto el tema Los dulces de Semana Santa.
Receta sacada de Selecciones del Reader's Digest. Madrid, 1983.