La princesa Isabel ha enloquecido de tristeza, y ni los más famosos médicos de Córdoba, ni el amor que siente por ella el invencible Hamet pueden hacer nada para devolverle la cordura. Su locura, sin embargo, es pacífica y su dolor, mudo.
El sarraceno, observándola, se consume en silencio, y llora. Lejos queda el día en que la vio por primera vez cuando iba a asediar el castillo de su padre y cómo, cautivado por la perfección de sus formas, quedó prendado.
Fue entonces cuando, ante la mirada desconcertante de sus soldados, decidió dejar indemne el castillo y llevarse la joven a su palacio. Meses después, ni la vida confortable que le ofrece el galán Hamet ni los preciosos jardines repletos de rosas traídas de los lugares más remetos consiguen iluminar la mirada de la desdichada Isabel.
Encerrada en su mundo, sólo busca un imposible, una rosa azul que no encuentra en ninguna parte. El pobre sarraceno, dispuesto a dar la vida si es necesario para devolverle la salud, se dirige finalmente humilde y piadoso al dios de Isabel pidiéndole el milagro de su curación.
Inmediatamente, mientras una nube cubre las rosas del jardín con una gasa azulada, el color vuelve al rostro de la noble dama, que acepta feliz la conversión de su enamorado. (*)
El sarraceno, observándola, se consume en silencio, y llora. Lejos queda el día en que la vio por primera vez cuando iba a asediar el castillo de su padre y cómo, cautivado por la perfección de sus formas, quedó prendado.
Fue entonces cuando, ante la mirada desconcertante de sus soldados, decidió dejar indemne el castillo y llevarse la joven a su palacio. Meses después, ni la vida confortable que le ofrece el galán Hamet ni los preciosos jardines repletos de rosas traídas de los lugares más remetos consiguen iluminar la mirada de la desdichada Isabel.
Encerrada en su mundo, sólo busca un imposible, una rosa azul que no encuentra en ninguna parte. El pobre sarraceno, dispuesto a dar la vida si es necesario para devolverle la salud, se dirige finalmente humilde y piadoso al dios de Isabel pidiéndole el milagro de su curación.
Inmediatamente, mientras una nube cubre las rosas del jardín con una gasa azulada, el color vuelve al rostro de la noble dama, que acepta feliz la conversión de su enamorado. (*)
Por Sant Jordi, una rosa. Y si es necesario, acompañada de una buena tarta. En casa hemos comido una pequeña tarta que es una delicia: Tarta de Sant Jordi con mousse de fresas.
Si os ha llamado la atención y la queréis hacer, solo tenéis que seguir las indicaciones que os daré.
Empezamos preparando el merengue francés: ponemos a calentar agua en una cacerola a fuego suave. Tamizamos el azúcar. Batimos la clara con la sal hasta que haga un poco de espuma. Añadimos entonces el azúcar, de cucharada en cucharada, sin dejar de batir.
Cuando el agua de la cazuela esté caliente, ponemos dentro el bol donde hemos batido la clara. Y batimos sin parar durante 8 minutos con una batidora eléctrica hasta que el merengue haga picos, como se ve aquí:
Si os ha llamado la atención y la queréis hacer, solo tenéis que seguir las indicaciones que os daré.
Empezamos preparando el merengue francés: ponemos a calentar agua en una cacerola a fuego suave. Tamizamos el azúcar. Batimos la clara con la sal hasta que haga un poco de espuma. Añadimos entonces el azúcar, de cucharada en cucharada, sin dejar de batir.
Cuando el agua de la cazuela esté caliente, ponemos dentro el bol donde hemos batido la clara. Y batimos sin parar durante 8 minutos con una batidora eléctrica hasta que el merengue haga picos, como se ve aquí:
Trituramos las fresas y las pasamos por un cedazo para sacar las semillas. Ponemos en remojo, en agua fría, las hojas de gelatina, y finalmente montamos la nata.
Calentamos 3 cucharadas del puré de fresa, ponemos las hojas de gelatina escurridas y los mezclamos hasta que se deshagan. Añadimos el resto del puré. Incorporamos el merengue mezclando con suavidad. Y finalmente añadimos la nata.
Ponemos una tira de acetato alrededor de 8 moldes de silicona de 7 cm de diámetro (o si lo preferís, uno de 26 cm), y los rellenamos con la mezcla, dejándolos toda la noche en la nevera. A la hora de desmoldar-los, mejor si los ponemos previamente una hora en el congelador.
Para preparar el espejo de fresas, trituramos las fresas y las ponemos al fuego. Cuando se hayan reducido a la mitad, ponemos el jerez. Dejamos evaporar el alcohol y añadimos el azúcar, y no paramos de remover hasta que espese y quede como una mermelada. Dejamos enfriar.
A la hora de montar la tarta, desmoldamos la mousse y la ponemos en un plato. Pintamos la superficie con la mermelada de fresa y ponemos alrededor de la tarta los bizcochos cortados por la mitad.
Decoramos con una cinta y una rosa.
Calentamos 3 cucharadas del puré de fresa, ponemos las hojas de gelatina escurridas y los mezclamos hasta que se deshagan. Añadimos el resto del puré. Incorporamos el merengue mezclando con suavidad. Y finalmente añadimos la nata.
Ponemos una tira de acetato alrededor de 8 moldes de silicona de 7 cm de diámetro (o si lo preferís, uno de 26 cm), y los rellenamos con la mezcla, dejándolos toda la noche en la nevera. A la hora de desmoldar-los, mejor si los ponemos previamente una hora en el congelador.
Para preparar el espejo de fresas, trituramos las fresas y las ponemos al fuego. Cuando se hayan reducido a la mitad, ponemos el jerez. Dejamos evaporar el alcohol y añadimos el azúcar, y no paramos de remover hasta que espese y quede como una mermelada. Dejamos enfriar.
A la hora de montar la tarta, desmoldamos la mousse y la ponemos en un plato. Pintamos la superficie con la mermelada de fresa y ponemos alrededor de la tarta los bizcochos cortados por la mitad.
Decoramos con una cinta y una rosa.
Ingredientes (para 8 minitartas):
250 g fresas
100 g merengue francés
4 hojas gelatina
200 g nata 35% m.g.
Para el merengue:
1 clara de huevo de agricultura ecológica
60 g azúcar glas
1 pizca de sal
Para el espejo de fresas:
200 g fresas
1 cucharada jerez
100 g azúcar
28 melindros
Por Sant Jordi tampoco puede faltar un buen libro. Así que, para acompañar esta deliciosa y delicada Tarta de Sant Jordi con mousse de fresas, os proposo En nombre del amor, de Nicholas Sparks. Rocaeditorial. Barcelona, 2010.
(*) Historia basada en el cuento Las rosas azules, de Los días del Albaicín: tradiciones, leyendas y cuentos granadinos, de Antonio Joaquín Afán de Ribera. 1886.
Una tarta muy preciosa y es de agradecer tus fotos.Me quedo de seguidora y no perdernos nada.Besos
ResponderEliminarUn dolce delizioso e una bellissima presentazione. Un abbraccio, buona domenica Daniela.
ResponderEliminarUna buena tarta Margarida y una presentación maravillosa.
ResponderEliminarno te preocupes por traducir que nos defendemos muy bien con los traductores del blog, yo por lo menos no tengo problemas y además se entiende bastante bien.
Gracias por esta tarta tan deliciosa y por tus palabras en mi blog!
Besos
Que delicadeza esta tarta, me gusta todo y me comería hasta la foto.
ResponderEliminarBesos guapa.
Qué fabulosa tarta, encantadora!!! Seguro que es una auténtica delicia!!!
ResponderEliminar¡Qué bonita, Margarida! ¡Simplemente preciosa!
ResponderEliminarNo quiero ni imaginarme el sabor, porque me entraría un desconsuelo tremendo.
¡Besos y feliz semana!