Mona nido de chocolate




Rosario está curada de espanto. Nunca olvidará el hambre que pasó de niña, el ambiente gris  que se respiraba en la calle en su juventud ni los callos que acumulaban sus manos de tanto limpiar las casas ajenas.

Ningún momento para disfrutar de la vida, sin parar de trabajar. Ni vacaciones ni caprichos. Ahorrando lo que podía para poder realizar algún día aquello que más deseaba: viajar y conocer mundo, y ver con sus propios ojos los paisajes que aparecían en los calendarios que año tras año colgaba en la puerta de la cocina y que luego guardaba en una caja.

Cuando no eran los estudios de los hijos, era el marido en paro. Cuando no era cuidar los padres, era el cáncer que sufrió años atrás. Siempre mirando por los demás, siempre posponiendo su sueño, siempre arriba y abajo, olvidándose de vivir...

Los años han ido pasando, y cuando parecía que sus manos -tan activas en otro tiempo y torpes ahora a causa de la artrosis- estaban a punto de alcanzar su propósito, he aquí que los hijos vuelven al nido porque se han quedado sin casa.

Se frota los ojos y no lo entiende. Quisiera que alguien le explicara qué ha pasado, quién es el culpable de esta situación que parece que no tiene solución.

Pero, como madraza que es, se seca las lágrimas y los acoge con los brazos abiertos, velando por su nido con la misma pasión de siempre. Su sueño, una vez más, queda aplazado para más adelante.




Hoy es día de la mona, y muchos padrinos habrán llevado orgullosos la mona a sus ahijados. Monas de todo tipo en la mesa del lunes de Pascua.

En casa hemos sido muy tradicionales, y hemos vuelto a comer unos huevos de brioche que son una auténtica delicia. Pero la novedad de este año ha sido la presentación, y os puedo decir que ha causado una gran admiración. ¿Os gusta nuestra Mona nido de chocolate? ¡Pues tomad nota para cuando la queráis hacer!

Primero haremos el nido. Cogemos un bol y forramos la base -por la parte externa- con papel de aluminio. Fundimos el chocolate al baño María y, un vez atemperado, lo ponemos en una manga pastelera con una boquilla fina. Vamos hacemos rayas imitando la forma de un nido. Ponemos unos minutos el bol en la nevera para que se endurezca el chocolate, y después hacemos otra capa. Vamos repitiendo el mismo procedimiento hasta terminar el chocolate y tener confeccionado el nido.




Para hacer los huevos de brioche, tengo que confesar que he usado la panificadora para amasar la masa, pero si no tenéis, podéis hacerlo a mano sin ningún problema.

Empezamos vertiendo en la panificadora todos los ingredientes en este orden: la leche, la sal, el azúcar, el huevo batido, la mantequilla blanda, la ralladura de limón, la miel, el coñac, la harina y la levadura, y lo amasamos durante 15 minutos. Hacemos una bola, la ponemos en un bol, la tapamos con un paño húmedo y la dejamos en el horno a 40º durante 1 hora, o hasta que haya doblado su volumen.

Trabajamos la masa durante 1 minuto y hacemos bolitas de 40g de peso. Las ponemos encima de papel de horno, las tapamos con un paño húmedo y las volvemos a dejar dentro del horno durante 1 hora más. Batimos el huevo que tenemos reservado con un poco de azúcar glas y pintamos las bolas de brioche. Las volvemos a poner en el horno otra hora.

Las sacamos del horno, subimos la temperatura a 180º y, una vez caliente, las horneamos durante 10 minutos. Las dejamos enfriar.




En el momento de llevar la mona a la mesa, ponemos los huevos de brioche dentro del nido, decoramos con unas plumas de colores y lo acompañamos de una gallina.

Ingredientes (para 12 huevos de brioche):

115 ml leche
3 g sal
30 g azúcar
30 g huevo de agricultura ecológica
40 g mantequilla blanda
1 cucharadita de ralladura de limón ecológica
5 g miel
5 ml coñac Torres 10
250 g harina de fuerza
12 g levadura fresca de panadero

Para pintar los huevos:
25 g huevo de agricultura ecológica
1 cucharadita de azúcar glas

Para el nido de chocolate:
350 g chocolate negro Nestlé Postres




Para acompañar esta Mona nido de chocolate, y para motivar a los jóvenes para que no abandonen el hábito de la lectura, nada mejor que la obra de Joaquim Carbó, La casa bajo la arena. Editorial Aliorna. Barcelona, ​​1988.


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